Es comparable el caso de la construcción de una barda impenetrable a lo largo de más de dos mil millas de frontera con México, con el del “english only”, porque de los dos temas puede hablarse a favor solamente si se carece de amplios conocimientos de historia, de lo cual muchos políticos carecen, o fingen no poseer.
Lo de la barda es un asunto más tangible y claro, los del inglés apasiona porque está enraizado en la misma historia de la nación desde sus raíces mas profundas. Hay en los Estados Unidos 50 estados, la mitad de los cuales tienen nombres que no tienen origen anglo o sajón.
Para empezar, Wisconsin e Illinois son nombres indígenas o aborígenes, Indiana tienen raíces latinas, al igual que una decena de entidades federativas más. No sabemos a qué se refieren los puritanos del inglés, los defensores sociales de la expresión pública cuando hablan de que en una oficina, en un restaurante o en la fábrica, solamente se hable en idioma de Shakespeare.
Creemos que las quejas en contra de quienes usan otro idioma, ya sea el español, el chino, o el polaco (por citar los principales) no son el producto del celo por el inglés, sino una muestra de incapacidad para aplicar el sentido común tal vez por medio de reglamentos prácticos y de cortesía, como se da el caso cuando a un patrón le molesta que sus empleados hablen sin que él sea capaz de entenderles, o cuando un grupo de personas habla en su idioma paterno, para molestia de los otros comensales en un restaurante.
El caso es delicado en cuanto a que se trata de una parte importante de la cultura de cada individuo y de cada raza o nacionalidad, de ahí que no se deba tomar a la ligera el que otros utilicen el único medio de comunicación que conocen.
En la mayoría de los casos es la falta de discreción, cortesía y sensibilidad, tanto de quienes hablan el idioma “extranjero”, como del que se molesta por no entender, pero que no se culpe a la cultura o al idioma que, si indagamos en la historia, puede resultar tan propio como el mismo idioma “oficial”.