Mucho se pudiera criticar al alcalde de Chicago por los grandes preparativos que se hacen, en vista de los importantes eventos que se desarrollarán en Chicago en mayo y aparentemente hay razones para ello, no obstante, el alcalde Rahm Emanuel, tienen las suyas.
Pongámonos en su lugar. La ciudad ganará prestigio mundial por haber sido escogida para los eventos como el de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) la reunión de los ocho gobernantes de los países más industrializados del mundo conocidos como G-8, y para la cita de los ganadores de los premios Nobel de la Paz, por lo tanto se debe cuidar de que se guarde el orden, de tal forma que Chicago no aparezca ante el mundo como una ciudad ingobernable e insegura.
Protestas puede haber, la libertad de expresión no debe ser reprimida, pero siempre dentro de los parámetros de la ley, porque hay libertad y hay libertinaje, hay manifestaciones y hay disturbios.
Los cientos de miles de inmigrantes y no inmigrantes que se manifestaron en diferentes ocasiones hace cuatro años en el centro de la ciudad, son una prueba de que sí se pueden reunir en orden y con dignidad, no obstante, hay disturbios que se han producido en Chicago, enfrentamientos entre manifestantes y policías con el resultado de muertos y heridos y es lo que, creemos, tratará de evitarse.
A las controversias poco sanas que han surgido desde que fueran anunciados dichos eventos hace dos meses, cuando Occupy Chicago se destacaba con protestas en la Avenida La Salle, se sumó al anuncio del gobierno municipal, de equipos policiacos más modernos para hacerle frente a los disturbios lo que no ha ayudado.
Faltan solo dos meses para que se mejoren las relaciones y mejore el diálogo entre los organizadores de las manifestaciones y el alcalde Emanuel, si no se da un puente más amplio para las pláticas, las consecuencias no serán padecidas ni por el gobierno ni por los manifestantes, sino por la ciudad y sus habitantes.