Parafraseando al equipo que para llevar a Bill Clinton dos veces a la Casa Blanca, tuvo que darse cuenta de que el asunto más importante de la campaña era la economía (“Is the economy, stupid”). Los inmigrantes mexicanos que tenemos la mirada enfocada hacia nuestro país del sur, sin descuidar los problemas que nos aquejan en este nación, nos debemos dar cuenta que el problema de falta de representación para 30 millones de mexicanos radicados aquí radica en nuestros propios partidos.
Es en el ceno del PRI, el PRD y el PAN, donde no han tomado en serio nuestras necesidades elementales del derecho político y democrático y lo peor es que la mayoría de sus líderes fingen interesarse en nosotros con palabras amables, sólo cuando los recibimos aquí y con argumentos más secos cuando nos reciben allá.
En enero vinieron a Chicago los representantes de los tres partidos a hablar –lo que hacen muy bien- de lo que harán para que en un futuro podamos obtener en los consulados la credencial de elector, por eso, ante tantas declaraciones vacías, me sumé a la bulla y a las protestas de casi la mitad del centenar de asistentes, pidiendo que se nos permitiera hablar.
En eso, un asistente que había estado presenciado atento y de cerca las declaraciones de los líderes políticos, gritó frustrado pidiendo que dejáramos desarrollar la reunión con normalidad y agregó: “estamos en esta situación por culpa de ustedes que nunca han hecho nada por nosotros” y no se refería a los representantes de los partidos sino a nosotros, particularmente a Carlos Arango, director en Chicago de Casa Aztlán y afiliado al PRD.
Me sentí incluido con Arango por ser de los que “nunca han hecho nada”, un desconocimiento de lo que hemos hecho: cabildeando, organizando elecciones simbólicas para demostrar que sí se puede realizar aquí una votación ordenada. Hemos trabajado desde hace veinte años –unos más que otros- con nuestros respectivos líderes de los partidos, hablando con senadores y diputados, y éramos los más frustrados en aquella reunión en el Palmer House de la avenida Wabash donde, una vez más, nos estaban dando la misma verborrea.
Eran los representantes de los mismos partidos que han actuado, como casi siempre, dorándonos la píldora del voto mocho, burocratizado y condicionado, mientras que ninguno de los partidos cuenta con inmigrantes en sus comités ejecutivos integrados cada uno por alrededor de 100 personas; a quienes quieren ser diputados para representar a los inmigrantes los ponen de una forma que sea imposible su elección y cuando les pedimos que otorguen al Instituto Federal Electoral (IFE) el derecho para que nos entregue la credencial de elector, los partidos se echan la culpa mutuamente.
Por eso hay que insistir que haya en el ceno de cada Comité Ejecutivo Nacional (CEN) nos den cabida los partidos, es ahí donde se decide cuáles leyes aprobar, cuál diputado o cuál senador debe ocupar tal comisión. Si no pedimos representación en dichos comités que son los que eligen a los presidentes de los partidos, continuarán con la misma cantaleta que hemos escuchado desde hace veinte años, como la que les oímos con tanto disgusto aquel jueves 13 de enero, algo que no se debe repetir mientras no haya una fecha en la que podemos ir a sacar una credencial de elector al 203 de la Avenida Ashland.
Después de tanto hablar con diputados y senadores para que faciliten lo que por derecho constitucional nos pertenece, el voto, debemos convencernos de que el meollo del asunto radica en los partidos que no quieren enfrentarse al reto que implica el voto de los millones de mexicanos de este lado dela frontera, mejor dejar las cosas como están con unos miles de votos a nadie le quitan el sueño.