Si el presidente Barack Obama hubiese consultado a un grupo de padres de familia del Barrio de las Empacadoras antes de hacer el nombramiento de Martín Castro como presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, aquellos le hubiesen contestado con una rotunda negativa, sobre todo, si el grupo de padres fuera el que Castro insultó y quiso engañar.
Hay quienes admiran el meteórico acenso del abogado mexicano, pero cambian de opinión, una vez que conocen la historia de aquel encuentro entre la comisionada de las Bibliotecas Públicas de Chicago Mary Dempsey, quien estaba acompañada de Castro, miembro de la junta directiva de las Bibliotecas, en aquel enojoso incidente, muy significativo de ciertos políticos que pisan sobre los miembros de su comunidad para ascender a otros puestos.
Era 1999, los enojados padres de familia, apoyados por el director de la primaria Hamline y por Raudel Sánchez, entonces presidente de la ya desaparecida Cámara de Comercio de la Calle 47th, pedían a Dempsey que no cambiara la biblioteca de lugar, lejos de las escuelas a las que iban sus hijos. Para que la comisionada entendiera lo que le decían los padres, Castro se ofreció como traductor, pero, para nuestra sorpresa, empezó a distorsionar lo que los inconformes realmente expresaban. Los padres de familia, este servidor, así como el Sr. Sánchez lanzamos el grito en el cielo, “!traduce bien! ¡No es eso lo que dicen los padres!”. “Tu estas para representarnos”.
El abogado Castro se calló la boca y no siguió traduciendo a su conveniencia, distorsionando la verdad para cambiarle a la comisionada un panorama que ella no quería ver, sin embargo, su mala representación en la Junta tuvo consecuencias que hoy continúan padeciendo los niños de esta comunidad. La biblioteca quedó, como se temía, alejada de las casas de los niños y de sus escuelas, al ser instalada en un área desocupada del centro comercial de la 47, al oeste, junto a las vías del tren y frente a un gran lote de autos viejos, sin la cercanía de ninguna de las cinco escuelas primarias del área.
Por sospechosos motivos, la bi-blioteca anterior ubicada en una área muy transitada de la calle 47(entre la Wood y la Paulina) había sido cerra-da con el apoyo de una organización que, al menos hasta ese año, no había representado los intereses de la gente del barrio y argumentaba que “el edificio era viejo y la dueña no quería rentarlo más”, lo que resultó falso, sobre todo, lo de la cancelación del contrato de renta.
Ahora, y como consecuencias de aquella mala representación de Castro, los niños no tienen ni aquella biblioteca “vieja” a la que puedan acudir, ya que la instalada aquel año ha sido clausurada también, iniciándose una nueva búsqueda que hubiese sido resuelta hace 12 años.
En mi libro hay muchos nombres de mexicanos capaces de estar al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.Hoy sólo espero que algo, una experiencia, un campanazo de conciencia, haya cambiado al Martín Castro que tanto mal hizo a los niños de esta comunidad.
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