Por Ezequiel Banda Sifuentes
La ciudad de Chicago ha bajado de los casi 3 millones y medio de habitantes que tenía en los 60’s y 70’s a los 2.9 millones con que cuenta en la actualidad, casi medio millón a más han partido a los suburbios o a la llamada “franja del sol”, a los estados iluminados por el sol mientras aquí ilumina sólo lo blanco de la nieve, entonces es natural que haya menos escuelas.
Si hace 30 años la arquidiócesis dio el trago amargo con la clausura de iglesias mientras consolidaba otras en una misma parroquia, el turno ha llegado a las escuelas que están –igual que la Iglesia Católica- urgidas de fondos y necesita encontrar formas para eliminar gastos.
La administración tiene identificadas 140 escuelas, entre primarias y secundarias que cuentan con más de la mitad de sus pupitres sin alumnos.
Más que en una iglesia, en una escuela tiene que pagarse gas, electricidad, personal de mantenimiento y de vigilancia, a veces innecesariamente porque hay edificios semi-vacíos y eso deberán entenderlo desde ahora tanto los maestros como los padres y los mismos alumnos que tendrán que resignarse a caminar más o a tomar un autobús para llegar a su escuela.
El arma política en contra de la inminente clausura de escuelas, que se ha dicho quedará postergada por unos meses, ya fue mostrada la semana pasada con protestas de personas en que han indicado que el alcalde Rahm Emanuel intentaba, con esto, favorecer a las organizaciones de escuelas chárter, cuyos maestros no pertenecen a la unión laboral, pero la verdad de la situación es tan grande que no puede negarse: a menor población, menos alumnos y menos escuelas.
A la merma poblacional, se agrega la crisis económica que tiene al sistema escolar en profundos problemas financieros, aún más, después de los arreglos laborales entre la Unión de Maestros de Chicago y la Junta Escolar, con aumentos salariales y otros logros que nadie, ni el mismo Emanuel, sabe hoy cómo van a ser cubiertos económicamente. El fin de la huelga del mes pasado deja una incógnita enfocada en cientos de millones de dólares más, agregados a otros cientos del déficit que ya padecía el sistema escolar.
No hay vuelta de hoja, a cerrar escuelas, sobre todo las que están semivacías y que además padecen un pobre rendimiento académico. Es ilógico mantener la misma estructura física con una inferior cantidad de estudiantes.
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