Hay orgullo mexicano en el ambiente, se palpa, se ve en las caras de los niños y el orgullo de los padres y madres es patente en sus rostros, el aire es de alegría y patriotismo en los desfiles, en El Grito y en cualquier evento que sea para celebrar la Independencia de México donde las banderas abundan, y son de todo tipo, de todos tamaños y estilos, pero nunca falta la mosca en la sopa, la escena la echan a perder lo que he dado en llamar “los nacos de septiembre”.
Estos nacos son los que muestran un orgullo tan adulterado con machismo y los gritos y actos que rayan en el vandalismo, sino es que son vandalismo puro, todo revuelto en el siempre amplio depósito de la ignorancia. Los mozalbetes –lamentablemente mexicanos- creen que aquí todos son mexicanos, que todos deben hacer comparsa en sus gritos y ademanes vulgares.
Creen que todos los habitantes de Chicago y poblaciones vecinas deben mostrar su mexicanismo, o, de lo contrario, demostrar que aceptan sus comportamientos callejeros, que son peores cuando la temperatura en la ciudad pasa de los 80 grados, es entonces cuando se dan cita en la intersección de algunas calles y amenazan con interceptar un automóvil mientras el automovilista aboga mentalmente por la presencia de alguna patrulla de policía y reza por que la algarabía sea lo que no parece: una explosión sana de alegría.
Nacos, pandilleros y demás mexicanos alentados por las bebidas alcohólicas, pueden convertir una fiesta patriótica en una pesadilla que ha terminado, en más de una ocasión, en la cárcel o en el hospital.
La policía, tan criticada a veces, hace el trabajo sucio que en mejores circunstancias deben hacer todos los líderes de la comunidad mexicana, muy especialmente los padres de estos mozalbetes, sino es que ellos mismos están envueltos en esta indigna pachanga que no debe verse en el mes de septiembre, el “mes de la Patria”.
Esta bien mostrar la bandera, enarbolarla en la noche de El Grito en el Millenium Park, qué bien se ve haciéndole vaya a los desfiles de la 26, del Columbus Dr. y en la Cermak Rd, de Cicero, que bonito se escuchan en coro los Vivas a México y al Padre Hidalgo, pero de algo cojean estas celebraciones que no parecen del todo seguras para que las familias se diviertan y celebren y en un sano convivio le den un momentáneo repaso a la historia de nuestro país.
Es la vulgaridad, el amontonamiento de muchachos en forma pandilleril, las escenas de individuos avalentados que con una cerveza en una mano y la bandera verde blanco y rojo en la otra, lo que desentona muy gravemente en estas celebraciones que, en Chicago, no queda, porque la ciudad no es sólo de los mexicanos, todos aquí somos de otras partes, de diferentes países.
El patriotismo, como la religión, merece su propia privacidad, para darle el merecido lugar a nuestros símbolos y el debido respeto a lo que los demás creen y celebran.
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