Si vemos las fotos del Papa Francisco durante su entrevista de la semana pasada con el presidente Barack Obama, la sonrisa del Papa se aprecia solo en ocasiones, como si el Pontífice estuviera acordándose de que Obama necesitaba, más que él, del encuentro pero no quiso dar la impresión de los desacuerdos de la iglesia con la Casa Blanca, no podrían borrase en una hora de cordialidad.
Pero no veamos mucho en las fotos, veamos mejor en el franco mensaje del Vaticano, entregado poco antes de la reunión en el cual se hace notar que la entrevista ocurre mientras se vive “una compleja etapa en la cual la administración política y la iglesia católica de los Estados Unidos está marcada por controversias causadas por la reforma al cuidado de salud (mejor conocida como Obamacare) que obliga a la cobertura de la esterilización, la contracepción y el aborto, así como otros casos que están en el centro del debate público como los matrimonios entre personas del mismo sexo”.
Veamos también el regalo de despedida del Papa al Presidente, una copia de su carta pastoral del año pasado titulada “La Alegría del Evangelio”, famosa porque en ella el Papa el actual sistema económico mundial contra los pobres.
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