Por Carlos Lozada
Los perdones que se piden en público son como los billetes: mientras más piden, valen menos. Casi a diario otro famoso ofensor expresa sus más profunda pena por haber hecho -o dicho- algo malo. Viene a mente el rápido parche de disculpa que diría Evan Spiegel, después de sus correos electrónicos enviados a sus hermanos de la fraternidad de la Universidad de Stanford (“Lo dicho no refleja lo que soy ni mis puntos de vista sobre la mujer”).
El actor Jonah Hill dijo, después de expresiones homofóbicas contra un pararazzi que “genuinamente estoy muy apenado por haber ofendido a quien haya sido ofendido con esa palabra en su vida”. El cantante Pharrell, incómodo por haber sido criticado tras figurar en la portada de una revista con un peinado tipo indio americano dijo “respeto y honro a cada raza, antecedente cultural y estoy genuinamente apenado”. Por supuesto, el dueño de los Clippers de Los Angeles, Donald Sterling, se disculpó al final por sus profundos prejuicios mostrados en una grabación. “No soy un racista -dijo- cometí un grave error, un grave error y estoy aquí ante ustedes para pedir perdón por toda la gente que he ofendido”.
Es más perverso el placer de ver a las figuras públicas sufrir ante sus errores, pero las disculpas pedidas por figuras de renombre tienden a ser forzosamente diseñadas, lo que las hace menos creíbles que las mismas ofensas y resulta difícil ver su razón de ser, ya no digamos distinguir su sinceridad.
“Sorry About That: The Language of Public Apology” libro del lingüista Edwin L. Battistella, estudia minuciosamente los mea culpas de artistas, políticos y deportistas, examina su lenguaje y su contextos que hace que estas peticiones de perdón en público fallen o tengan éxito.
Battistella, quien enseña en la Southern Oregon University, no cita la forma ideal de pedir disculpas. “Cada situación es única” y diferentes traspiés requieren de diferentes formas de pedir perdón”, pero cita ciertos puntos claves, por ejemplo, tienen que ser mencionada la ofensa para que sea entendida y que su petición de perdón sea, verbalmente o por escrito, porque los que reciben el mensaje serán los que vayan a dar el perdón.
Considérese el caso de Joseph Hazelwood, capitán del barco Exxon Valdez, del cual se derramaron más de 10 millones de galones de petróleo crudo en las costas de Alaska en 1989. Hazelwood quien estaba en su oficina durante el accidente y quien tenía su licencia de manejo suspendida por un DUI, fue declarado culpable de tres delitos. Su multa fue de $50,000 dólares y servicio comunitario.
La petición de disculpas de Ronald Reagan durante el escándalo Irán-Contras: “tan enojado como esté sobre las actividades realizadas sin mi consentimiento, me siento responsable de esas actividades” dijo el Presidente a la nación en marzo de 1987. “Tan desilusionado como esté sobre quienes me sirven, sigo siendo yo quien tenga que responder ante el pueblo americano por este comportamiento”. Fue una petición de perdón en la que culpó a sus subordinados.
Después de sus fallas de su iniciativa de la reforma cuidado de salud, en la administración Clinton, Hillary Rodham Clinton pidió perdón inusual: “lamento mucho que los esfuerzos en el cuidado de salud fueron muy malentendidos, sacados de contexto y utilizados políticamente contra la administración”, palabras pronunciadas en una comida con periodistas en 1995. “Me hago responsable de ellos y estoy muy apenada”. ¿Pero de qué exactamente se estaba disculpando? Lamentaba las acciones de otros que no interpretaron bien o no entendieron bien su plan de cuidado de salud. Battisella dice que ella “pedía perdón por una situación, no por una ofensa”.
Jimmy Carter recibió copiosas críticas por su libro “Palestina: Peace, Not Apartheid”, en el que decía que la política de Israel privaba a los palestinos de derechos humanos básicos, como en la era del apartheid de Sudáfrica y se apegó a lo publicado, pero después pidió perdón por una sentencia en la cual sugería que los bombardeos suicidas eran formas legítimas para forzar a que Israel cambiara su curso.
La disculpa no calmó a muchos y Carter se disculpó otra vez en el 2009, en una carta abierta a la comunidad judía diciendo que “no debemos permitir las criticas que lastimen a Israel” y pidió perdón “por cualquier palabra o hecho que haya causado”, pero según Battistella, “Carter pide disculpas de una forma en las que quiere estar en los dos lados, quiere ser perdonado y al mismo tiempo continuar, no muy apegado a sus declaraciones previas”.
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