Nunca han faltado que los mismos latinos se expresen mal de los inmigrantes latinos, o mexicanos hablando mal de los inmigrantes mexicanos y no son simples contrariedades, son desacuerdos fundamentales de lo que somos, hacemos y queremos de este país.
Al hablar de las pandillas de nuestros barrios, de los problemas de consumo y tráfico de drogas y de algunos de nuestros barrios sucios, pareciera que tienen razón de supuestamente avergonzares de su raza.
A simple vista, sin reflexionar, hay quienes creen que lo que piensan así tienen razón, pero no la tienen, y a quienes pensamos contra esas ideas basadas solamente en lo negativo, individuos que están obviamente inseguros de su raza y sus orígenes, nos apoyan las cifras que se publican en forma esporádica.
La semana pasada, el Buró Nacional del Censo informó que sigue aumentando la población latina en California, Florida, Texas, Illinois, Indiana y Wisconsin, otro reporte publicado casi a la par, reafirma nuestro aporte a la economía de los Estados Unidos, algo reafirmado y confirmado en reportes anteriores dados en diferentes instancias: pagamos impuestos y damos cuotas que no recuperamos en beneficios y servicios públicos, particularmente al Seguro Social que anualmente suman billones de dólares y al seguro de desempleo que los indocumentados no pueden recibir.
Estas personas despistadas, social, política e históricamente, son pocas pero aparecen opinando aquí y allá desde que yo tengo memoria, según ellos no tenemos derecho de hablar mal del gobierno de los Estados Unidos, implican que estamos de arrimados. De esos latinos bien aprendió Donald Trump las barrabasadas de que somos pandilleros, narcos y violadores, bueno dijo Trump, “no todos”, una excepción que no lo puede vacunar contra una generalizada crítica.
¿Se han preguntado esos pocos latinos qué piensan como Trump, por qué casi todos los pordioseros que vemos pidiendo dinero en los cruces de calles, a la entrada de las súper carreteras son blancos y negros que tienen todas las ventajas de trabajar y superarse, mientras que miles y miles de paisanos sin hablar inglés y sin papeles, diariamente se van a trabajar, a arreglar yardas, a la fábrica, o la cocina de un restaurante?
Si acaso es cierto que en la radio, y en este semanario criticamos a políticos y gobernantes de este país, (y de otros países) unas veces con razón, otras veces tal vez sin ella, lo hacemos con dos derechos humanos fundamentales: informando, opinando y criticando con el derecho de expresión; marchando, desfilando y protestando con el derecho de acción, esos derechos y otros igual de básicos, se han dado, debido a que la lucha de los héroes de esta gran nación, desde George Washington hasta César Chávez, no fue en vano.
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