Antes de que surjan protestas en diferentes puntos de Pilsen por la consolidación de tres parroquias y la desaparición -casi inminente- del templo de San Adalberto, vale establecer bien algunos puntos.
Hay preocupación y enojo en cientos de fieles porque ahora tendrán que acudir a misa y a otros servicios espirituales a otra iglesia después de que, por motivos económicos y sociales, tengan que cerrar la oficina del párroco debido otra causa importante, la falta sacerdotes.
Para ciertos inconformes, el punto más fácil de atacar es, como casi siempre, el económico, el relacionado con dinero y “riqueza” pero si vemos los boletines dominicales de cada parroquia, en ellas se informa de lo recaudado en limosnas, ya sea mensualmente o en forma semanal, y aunque suman miles los dólares colectados, cantidades que a unos parecerían “grandes”, las cifras se desmoronan ante las cuentas de electricidad, gas, teléfono que en una iglesia causas muchas veces más gastos que en un edificio común de tres o cuatro departamentos.
Luego está a el salario del sacerdote, que no estudió una carrera por más espiritual que sea, para vivir “de lo que sea su voluntad”, aún la función sacerdotal tiene que practicarse con cierta lógica, el sacerdote, persona central de una parroquia, tiene que comer, maneja un automóvil, que consume gasolina y requiere de un seguro.
Digo lo anterior porque en estos casos de clausura de iglesias y escuelas parroquiales nunca faltan los argumentos sin bases sobre “las riquezas de la iglesia”, sobre lo que se junta en las ofrendas, sin ver por dentro y en detalles, las verdaderas necesidades materiales y económicas de una institución.
En las parroquias afectadas, no se han recibido los fondos para subsistir, y unas recibían fondos provenientes de otras parroquias de católicos más pudientes que dan su mensualidad a la parroquia, o que, al menos, ponen en el canasto de la colecta, no monedas, o dos o tres dólares, sino lo que corresponde a estar durante una misa cómodamente sentados en un edificio que requiere de cuidados y mantenimiento.
La clausura y consolidación de parroquias de iglesias predispuestos ya por la Arquidiócesis, afectará a decenas de otras comunidades y la consolidación de parroquias deberá tener poco impacto en la práctica de la fe y la religión, porque, al menos en Chicago, habrá siempre un cercano templo católico done, como se verá en Pilsen, darán gustosos la bienvenida a nuevos miembros de la comunidad parroquial.
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