Si al actual presidente demócrata le fallaron los cálculos políticos haciéndole caso a un jefe de personal llamado Rahm Emanuel, sobre aquel metafórico “tercer riel” de la reforma migratoria, su sucesor, si es uno de los dos demócratas que aspiran a sucederlo, no deberá caer en esa componenda.
En el debate de la semana pasada en el Miami-Dade College de Florida, tanto Hillary Clinton como Bernie Sanders prometieron que no deportarán a un inmigrante sin antecedentes criminales, varias veces reafirmaron ese compromiso, a pesar de que en el pasado, los dos han vacilado en el tema, expresando con timidez sobre lo que realmente hace falta, una reforma migratoria, integral, incluyente.
Lo de deportar solamente a los criminales es un argumento que asimila cualquier persona con el normal nivel de sentido común, sabe de sobra que un pandillero criminal, un narcotraficante, o un abusador de menores o convicto de violencia doméstica, no tiene lugar en el proceso de legalización migratoria.
Las respuestas de Clinton y Sanders bien pueden resumirse así: no deportaremos a niños ni a inmigrantes sin antecedentes criminales.
Hay que esperar los resultados de las elecciones generales de noviembre, en las cuales Clinton o Sanders se disputarán la presidencia con el nominado republicano, y si uno de los dos demócratas gana, habrá que insistir en recordarle lo que afirmó y reafirmó el martes, 8 de marzo en el colegio Miami-Dade de la Florida.
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