NSN.- Millones de madres en el mundo realizan un trabajo de hogar al cuidado de sus hijos, labor que suele ser fuerte y muchas veces no evaluada por la sociedad en general. Otras madres tienen que trabajar en fábricas y oficinas, en su esfuerzo por avanzar económicamente, pero deben tomar en cuenta los riesgos, como nos cuenta en este artículo la periodista Teresa Iscafro.
La culpa acompaña a las mujeres desde que Eva mordió la manzana. Para muchas madres trabajadoras, se define como esa sensación punzante que experimentan cada vez que cierran la puerta del hogar para ir a la oficina.
Otras madres lo explican como un sentimiento momentáneo, que combaten porque necesitan desempeñar otros roles fuera del maternal, y porque su aporte económico resulta en un mayor bienestar para su familia. Y, finalmente, para un grupo reducido de mujeres, tal vez el más evolucionado, la culpa no tiene cabida en su esquema organizativo familiar. En esta nota, testimonios de madres y aportes de expertos en terapia familiar que explican por qué la culpa, algún día, podría llegar a extinguirse.
“Al principio, cuando nació Catalina me preguntaba cómo podría dejar tantas horas a alguien tan pequeño, indefenso y que era una parte de mí. ¿Con quién iba a estar mejor que conmigo?”, cuenta Celina M., de 35 años, empleada contable en una empresa de comunicación. Y luego confiesa: “A medida que fueron pasando los meses de mi licencia, comenzaron a darme ganas de volver a trabajar, arreglarme y empezar a hablar de temas que no fueran leche, provechos, horas de sueño y pañales.” Sin embargo, para Celina ese primer día fuera de casa fue difícil. “Caminé una cuadra y ya estaba llorando”, recuerda. Sin embargo, paso a paso logró sobreponerse.
María Esther De Palma, Licenciada en Servicio Social, Terapeuta Familiar y Presidenta de una Asociación de Terapia Familiar, explica que “la culpa aparece por un problema cultural. La imagen que seguimos teniendo hoy en día es la de una mujer para la cual los intereses familiares son más importantes que los propios. Es decir, que para ser una buena madre hay que ser abnegada”, detalla.
Mantener las prioridades. “Trabajo en relación de dependencia, y mi maternidad y crecimiento profesional fueron sucediendo juntos”, cuenta Sol D., Licenciada en Letras de 37 años y periodista free lance. “Tuve años de trabajos muy exigentes, y la culpa por momentos existió. Pero el hecho de tener el foco siempre puesto en mis tres hijas, y la libertad de estar presente siempre que lo consideré importante, alivió mucho mi pesar”. Para esta mamá profesional, como en el caso de tantas otras con la posibilidad de trabajar de forma independiente desde sus hogares, el trabajo es posible siempre y cuando la prioridad aún recaiga en los hijos. En este sentido, De Palma explica que es importante que la madre no se centre sólo en ella, sino que tenga la capacidad de reflexionar. De analizar el modelo propio y el de su pareja, y de elegir en conjunto qué es lo mejor para el grupo familiar. “Hoy en día, por fortuna, las parejas jóvenes tienen otra organización, mucho más flexible”, señala.
La culpa exiliada. Fabiana tiene 43 años, trabaja como Agente de Propaganda Médica y tiene dos hijos, de 9 y 5 años. En su caso, nunca sintió culpa. “Me tomé licencia cuando los chicos nacieron, y después volví al trabajo. Creo en la importancia de compartir momentos con ellos, y cuando no trabajo estoy muy atenta a ellos, me siento a escucharlos y comparto todo lo que necesiten.”
Según De Palma, las mujeres que tienen menos culpa son las que tienen un incorporado un modelo de organización familiar donde el trabajo de la madre está incluido. En este sentido, para la especialista “la psicología en su primera etapa ayudó mucho a que la mujer saliera de la casa”. Y a su vez, se refiere a aquellos casos en que las mujeres ganan más que sus maridos, los cuales suelen experimentar una sensación de minusvalía muy difícil de combatir. Esto también se debe a esquemas culturales anacrónicos. La Terapeuta Familiar explica: “Del mismo modo que la mujer, el hombre está criado y programado.
En este caso, advierte que un padre de familia debe ser un proveedor exitoso”.
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