NSN.- La muerte el miércoles de por lo menos 358 reos en una cárcel de Honduras, ha evidenciado que las prisiones de ese país, solamente son seguras en los planes y diseños en papel que surgen cada que vez que ocurre una tragedia en los centros penales.
El incendio ocurrido por causas aún desconocidas en la cárcel de Comayagua produjo la tragedia carcelaria más grande de que se tenga memoria. El lugar fue construido para 400 presos pero en ella vivían cerca de mil.
Las 24 cárceles que constituyen el sistema penitenciario hondureño están colapsadas desde hace varios años, pero las autoridades solamente retoman el asunto cuando ocurren masacres o incendios que dejan muertes y ruinas materiales.
El asesinato el 5 de abril de 2003 de 66 reos y tres mujeres, incluida una niña, que visitaban a parientes suyos en la Granja Penal de El Porvenir, en el Caribe hondureño, hizo creer a muchos ciudadanos del país centroamericano que el trágico suceso marcaría una verdadera reforma de todas las cárceles. Pero un año después, morían quemados en un incendio 107 reos del presidio de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras, por fallas estructurales.
Tras los dos hechos sangrientos, abundaron las declaraciones oficiales anunciando medidas preventivas y la mejora de la seguridad interna, y sobraron proyectos de cárceles seguras para garantizar la rehabilitación de los reos.
La sociedad civil y otros sectores, entre ellos la Iglesia Católica, representada por el obispo auxiliar de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, propusieron un sitio seguro para el nuevo presidio de esa ciudad, cuya construcción ofrecieron empresarios israelíes, pero el proyecto aún no tiene ni cimientos, ni paredes, ni barrotes.