Por Manuel Barboza
Autor del libro autobiográfico The Littlest Wetback (El más pequeño de los mojados).
Le pensé mucho para utilizar la palabra “mojado” (wetback), en el título de mi libro debido a que ya había sido apropiadamente puesta en el bote de los intolerables y pasados insultos raciales. Parece doloroso escribir la palabra y casi imposible de pronunciarla, sin embargo era muy común en los tiempos en que empieza mi relato. A propósito, el procurador federal de Justicia inició un programa de deportación en junio de 1954 que fue oficialmente llamado “Operation Wetback”. Realmente era la tercera iniciativa con ese nombre. Dos previas administraciones habían realizado ya Operation Wetback I y II con la meta de abrir oportunidades de trabajo para ciudadanos americanos durante difíciles tiempos de la economía.
La natural ofensa de la palabra no proviene de su significado literal, sino de las degradantes actitudes que la crearon y su uso en políticas del gobierno, muestra lo prevaleciente de esas actitudes en ese tiempo. Mi utilización del término es un recordatorio de que existió y ahora un congresista (Don Young, de Alaska, el 29 de marzo del 2013), sintió la libertad de utilizarla en una entrevista publicada. Como muchas cosas que se teme sean consideradas tabú, no pueden ser erradicadas mientras no se les confronte.
A veces nos tranquilizamos demasiado con la complacencia de palabras claves que se vuelven comunes en nuestro discurso y equivocadamente vemos la evolución de la retórica racial como señal de progreso. Ian López, profesor de Leyes de la Universidad de California, provee un análisis brillante de cómo se han utilizado términos o frases (“dog whistle”) en forma muy efectiva en detrimento de las minorías, inclusive de la clase media. Tal vez la eliminación del “dog whistle”, signifique la eliminación de esa complacencia.
Al pensar en el uso de la palabra de la “W”, me di cuenta de que en español no contiene el mismo significado denigrante y hostil como en inglés. Es muy usada con el diminutivo “mojadito” cuando se habla de tercera persona, que puede significar simpatía o lástima.
Cuando se usa en primera persona, parece conllevar un espíritu de sufrimiento o de aventura producto de una vida que desesperadamente busca esperanza más allá del desconocido horizonte.
A veces parece transmitir determinación y un gran valor: “me voy de mojado” (“I’m going as a wetback”). La palabra en español tiene un sonido desprovisto de todo menosprecio y ofensa, conjurando una triste realidad social que resalta en todas sus dimensiones humanas. Es una realidad que, quienes hablan español, tienen de alguna forma más familiaridad con ella y por lo tanto la toman con mayor compasión.
Me sorprendió recientemente, quizá placenteramente, cuando hablé ante la clase de un colegio donde un gran número de estudiantes no estaban familiarizados con el término. Debo agregar también que en el último par de años pedí la opinión de muchas amigos, educadores, profesionales y líderes latinos y la mayoría sintió como apropiado el título escogido, dadas las circunstancias.
El juez Barboza nació en el estado de San Luis Potosí. Vive en Elgin, Illinois.
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