El calendario marcaba 5 de Junio del año 2009 y en aparente tranquilidad, la ciudad de Hermosillo Sonora recibía el castigo del calor típico de la temporada. Alrededor de las 3 de la tarde las sirenas empezaron a escucharse por doquier. Iban y venían, mientras que alrededor de las instalaciones de la guardería ABC todo era caos, gritos, desesperación, dolor. Todo era incertidumbre, desinformación, sólo gritos de angustia y dolor.
Hasta que lejos de ahí, en Arizona, el Gobernador, Eduardo Bours, quien cumplía con una reunión de trabajo con su homóloga de esa entidad de Estados unidos, Jan Brewer dio la noticia: “Queremos pedirles sus plegarias por una tragedia que hace un momento ocurrió en Hermosillo. Una guardería del Seguro Social se incendió y varios niños murieron”. La noticia conmocionó a todos. En Hermosillo, donde todo era desinformación, se confirmó lo que nadie quería saber.
Los hospitales se llenaron de personas, de padres de familia que llenos de angustia buscaban a sus hijos, a esos pequeños que muy temprano tuvieron que dejar en ABC para poder ir a trabajar. Varios niños ya habían muerto y los demás no podían ser identificados, pues su edad, de entre 11 meses y 4 años les impedía hablar, decir quiénes eran. Por eso, el miedo se apoderó de cientos de personas.
En el momento del incendio había alrededor de 150 niños en la estancia. La ciudad entró en shock, algunos no sabían qué pasaba, pero presentían una tragedia, pues la sirenas no cesaban, se oían por todas partes. Los datos empezaron a fluir antes de las 16:00 horas. El número de víctimas empezó a crecer: Primero fueron 15, luego se habló de 17, después de 29 y luego de 31. Igual crecían los lamentos y la gente que lloraba desconsolada ante esta tragedia.
Nada parecido, nada igual se había escrito en esta ciudad: Niños inocentes, de entre 11 meses y 4 años de edad, que fueron víctimas de un accidente, que se combinó con negligencias y la incapacidad de reaccionar rápidamente. Al final, 49 niños fallecidos y 75 heridos, muchos de ellos desfigurados pero recuperándose de cuerpo y mente. La tragedia ya está en la mente de los hermosillenses, ya está en la historia, será la tarde que todo México lloró.