Las emociones están caldeadas desde el pasado mes de septiembre, pero han sido insostenibles para el procurador de justicia de México, Jesús Murillo Karam, quien el mes pasado detallaba las investigaciones federales de la desaparición de los 43 estudiantes que dependen de los testimoniáis de los mismos autores de la masacre.
El anuncio de Karam, de que los estudiantes muy probablemente habían sido asesinados, provocó un duro golpe sicológico en la nación porque hasta ese día se abrigaba la esperanza de que estuvieran vivos.
A la luz de lo ocurrido se ha hecho imposible ignorar las alianzas que hay entre todas las agencias del gobierno y el crimen organizado.
La llamada “Pareja Imperial de Iguala”, José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, la hasta hace dos meses primera dama de la ciudad, donde ocurriera el secuestro de los estudiantes.
Según las autoridades, el 26 de septiembre, Pineda estaba disgustado porque los estudiantes inconformes habían tomado varios autobuses para ir a una manifestación, debido a que interrumpirían un importante evento político que ella iba a encabezar. Su esposo se aseguró de que eso no pasara.
El hecho de que tanto el gobierno del estado como el de Iguala, era encabezado por políticos del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD) acaba, de paso, con la fantasía de que la “moderna” izquierda pudiera llegar a obtener la presidencia del país en los próximos años.
Los hechos de Guerrero en el campo de las ideologías del país rebelan la contaminación de la gobernante clase política.
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