En las últimas semanas, los demócratas de Washington, D.C. se empezaron a dar cuenta de que perderían la mayoría en el Senado, pero en lugar de hablar de estrategias para impedirlo empezaron a buscar pretextos para explicar su derrota: un presidente impopular, una recuperación económica que nadie ve y un mapa dominado por estados conservadores, aparte de los ciudadanos preocupados por el terrorismo y el Ébola.
¿Y los republicanos? “Todavía no medimos las ventanas para las nuevas cortinas”, dijo un ayudante en el bloque de senadores republicanos, pero el mismo individuo se extendió comentando, sobre todo, lo que los republicanos han hecho en el país y dijo que hay quien habla de amistosos compromisos en asuntos como el presupuesto federal y la reforma migratoria.
La realidad es que los nuevos senadores republicanos, muchos del sector más conservador del partido, ganaron haciendo campaña contra Obama, pero al hacerlo quedaron comprometidos a una dura confrontación.
Prometieron deshacerse de la Ley del Cuidado de Salud, (Obamacare) proteger la industria del carbón de las regulaciones de EPA (Enviroment Protection Agency) y aprobar la línea (pipeline) de la compañía petrolera Keyestone XL, y los que votaron por ellos esperarán que cumplan su palabra.
El Obamacare es el tema clave. La semana pasada el senador Mitch McConnel líder de los senadores republicanos contemplaba ya el cambio de su papel de líder minoritario a líder de la mayoría, admitiendo en la cadena Fox que no creía que el Obamacare pudiera ser eliminado, “tomaría 60 votos en el Senado”, dijo McConnell.
Inclusive Ted Cruz, el encarnizado anti-Obama, senador por Texas, reconoció la realidad aritmética y en una columna para un periódico dijo que para el completo desmantelamiento del Obamacare, tendrían que esperar los resultados de la elección presidencial del 2016.
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