El cambio de Rahm Emanuel desde la clausura de cincuenta escuelas en barrios negros y latinos, no ha sido real, no nos ha convencido de que tras la reflexión forzada con los resultados de su reelección, haya cambiado.
Después del golpe electoral con el que casi pierde el puesto, vino la debacle del gobierno con la entrega, otra vez forzada, del video en el cual se ve cómo un policía mata despiadadamente a un menor de edad.
Amainada la tormenta del caso de Laquan McDonald, Rahm empezó a reaparecer, con proyectos de supuesto desarrollo en las comunidades negras y latinas, inclusive, el mes pasado lo vimos recogiendo basura en la calle Blue Island en compañía de varios estudiantes.
Hasta ahí todo iba más o menos bien.
La semana pasada surge el dato de que ya prepara eventos de recaudación de fondos para la campaña de su segunda reelección, convencido de que los ciudadanos de Chicago tienen muy mala memoria.
Con sus planes de campaña, anuncio un cambio en el plan para la construcción del museo del cineasta George Lucas, que se construiría con decenas de millones del dinero de los habitantes de Chicago, mientras tanto se le da prisa a la construcción de otra espectacular torre de 95 pisos para condominios de un millón de dólares y más y apenas el domingo, se informó de la construcción de un hotel en el Navy Pier, aparentemente, financiada solo con fondos privados.
Olvidadas las controversias y los escándalos de su administración, el alcalde regresa su mirada al bello perfil de la ciudad formado por elegantes edificios y se olvida de la falta de vivienda en los barrios, de la carencia de empleo, de la ausencia de programas para la juventud que no tiene a donde ir, después de salir de la escuela.
Si acaso se le aplaudimos el nombramiento de Eddie Johnson como superintendente del Departamento de Policía, eso bien se convertirá en “más de los mismo”, porque nunca, un jefe policiaco ha causado la disminución del crimen y las pandillas.
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