Q
uienes más leen son quienes menos necesitan de un mensaje que pude ayudar un poco más a entender mejor la situación de las cosas, la razón de ser de la misma sociedad, de ahí la responsabilidad nuestra, y la de los lectores mejor informados, de extender el mensaje que ellos creen necesario para no arar en el mar o predicar en el desierto.
Es que el problema de la inmigración de millones de latinoamericanos tiene aspectos que deben ser conocidos por las personas más afectadas que, irónicamente, son las menos aptas a tomar un periódico o un libro e informarse y superarse.
En la mayoría de las veces pedimos justicia e igualdad de los gobernantes y los representantes en las diferentes legislaturas, denunciamos maltratos y humillaciones, principalmente contra familias con hijos pequeños o estudiantes que desean graduarse de una universidad, pero debemos hacer más que pedir, y saber que quedan muchos deberes por cumplir.
La ola de inmigrantes latinos creció más que nunca a partir de los 90’s y aunque en la década que inició en el 2001 ese incremento fue menos grande, las cifras demográficas son impresionantes inclusive para nosotros mismos, más aún para los anglos y personas de otras razas con una idea conservadora de lo que es “una Nación, un idioma, una bandera” etc. y hay quienes le agregan “una cultura, una raza, una religión” y es así como olvidan un dato histórico fundamental con tres palabras muy importantes: “nación de inmigrantes”.
Al crecimiento de la población de nuevos inmigrantes se agregan las crisis, que lleva ya cuatro años con el desempleo que tal vez tuvo poco o nada que ver con la debacle en la industria de la vivienda y los inmuebles en general, un mal que sigue sin encontrar cura.
Así se juntaron, como se dice en el pueblo “el mal con la enfermedad”, o sea, el arribo de inmigrantes, cientos de miles por año desde los 90’s y los problemas que tiene que afrontar la gente ya bien establecida aquí.
Ante esto, los inmigrantes, especialmente los mexicanos y los centroamericanos, tenemos que ser comprensivos y actuar de acuerdo a las circunstancias, tomar actitudes relacionadas con las crisis, mostrar que de verdad no somos un problema, sino una solución, pero no basta decirlo, debemos demostrarlo día a día como automovilistas respetuosos, como vecinos limpios y respetables, como padres responsables que velan constantemente por la conducta y la superación de sus hijos y esto, desgraciadamente, se ha visto muy poco. Continuamos tomando bebidas alcohólicas en la calle, llevando el aparato estereofónico del automóvil a todo volumen, hablando en nuestro celular a viva voz cuando vamos en el tren o en el autobús o al hacer fila en el banco o en el supermercado y no hemos aprendido a controlar nuestros niños cuando asistimos a diferentes eventos.
Ante el boom poblacional y las crisis económica de desempleo y vivienda, somos la solución, pero no nos preocupa demostrar por qué y cómo, porque tal vez no sabemos cómo hacerlo. La frase de mi amigo Oscar Chacón resume nuestra situación de latinos en problema sin solución en pueblos, condados y estados donde se nos teme “y no hemos hecho nada por disipar ese temor”.