A solo días de despedirse de la televisión de Chicago, Oprah Winfrey vio que una calle donde ella tiene sus estudios, Carpenter St., llevará su nombre.
La colocación de la placa color marrón se realizó en medio de una ce-remonia, como tantas que se hacen ante nuevos letreros puestos en los postes de muchas esquinas de la ciudad que son actos políticos y de relaciones públicas, porque de honor y homenaje tienen muy poco.
Uno de los últimos personajes en ser homenajeados con un cambio verdadero de nombre a una calle fue el prócer puertorriqueño Luis Muñoz Marín, para lo cual se le cambió realmente de nombre a una parte del Sacramento Boulevard a la altura del Humboldt Park, pero desde hace más de 30 años ninguna calle más de Chicago ha cambiado oficialmente de nombre, con la excepción hecha en 1979, cuando a una parte de la calle 43 se le puso el nombre de Juan Pablo Segundo, después continúo el desfile de placas oscuras por todas las calles de la Ciudad.
Sobre esto, hay desinformación y mucho “atole con el dedo” de parte de los regidores y del alcalde para tener contentos y felices a unos cuantos. Hay quien recuerda cómo y entre mucha alharaca a la calle 26, se le puso el nombre “Tigres del Norte”, pura fachada y promoción y ego, no tanto del querido grupo de artistas mexicanos, sino de quien era la alcaldesa, Jane Byrne.
Entonces, se cuestionaba sobre si la calle 26 debía llamarse “México”, o “Emiliano Zapata” o “Pancho Villa”, aunque en realidad no había nada verdadero sobre un “cambio” de nombre. Hay miles de placas color marrón en las esquinas de Chicago sólo para orgullo y consuelo de los familiares del personaje y para el personaje mismo si acaso vive.
Hay nombres de héroes y heroínas como César Chávez, Lupe Reyes y Dr. Jorge Prieto y más a quienes se les ha hecho el flaco honor de una placa café, no con su nombre con las categóricas letras blancas sobre la lámina verde que sí constituiría un cambio con el cual, quien escriba una dirección tenga que poner el nombre de esas personas ejemplares al mandar una carta, al dar su domicilio por motivos legales y de identificación.
Este nuevo gobierno de Chicago entre los cuales hay ocho concejales latinos y una secretaria municipal de padres mexicanos, debe descongelar el reglamento que ha impedido a la nueva ola de habitantes llegada a Chicago en los 80’s y 90’s dejar su sello en las calles, en sus barrios. Por ejemplo, en Pilsen una calle bien merece el nombre de doña Guadalupe Reyes, no una simple placa simbólica color café. Si los puertorriqueños han avanzado tanto en la política y en las artes, bien pudieran ser homenajeados con una calle que represente su aporte a una época que bien sobrepasa el medio siglo.
Oprah Winfrey termina una era histórica en la televisión, realmente merecía más, no obstante apareció muy sonriente en los periódicos en compañía de Daley, para posar con la placa, una lámina que se queda en lo simbólico, sin llegar al homenaje; ella, más que nadie, sabe que se trató de una simple objeto metálico con su nombre ya de sobra conocido, y que la calle Carpenter seguirá siendo la calle Carpenter, como la calle 26 sigue siendo la calle 26.