La icónica estatura de John F. Kennedy ante los ojos de los estadounidenses, ha quedado asentada en los últimos 50 años. Hemos sabido del débil estado de salud de un hombre que en 1960 dijo “soy el más saludable candidato a presidente” y que padecía el mal de Addison, un serio desorden glandular que requería de constantes inyecciones.
También hemos sabido que los historiadores no creen que fue un gran presidente. En 1973, Richard Neustadt, de la Universidad de Harvard, admirador y consejero ocasional de Kennedy concluyó tristemente que el gobierno de JFK no destacó.
“No creo que la historia guarde mucho espacio para Kennedy” dijo Neustadt. “La historia no es buena con los presidentes de transición…”.
En 1988 los historiadores calificaron a Kennedy como el más sobreestimado de la historia y ese veredicto no ha cambiado desde entonces. “Nunca logró que se aprobara una de sus iniciativas en el Congreso y fue el arquitecto de una política fallida sobre Cuba. Se puede ver en su record y comprobar que realmente fue miserable”.
Pero no es así como es visto por el pueblo Americano.
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