Había una vez, hace unos 17 años, la idea de crear federaciones, no se de donde provino, pero la principal fuente fue el Consulado General de México, comandado entonces por uno de los peores cónsules que nos ha mandado el gobierno mexicano, Oliver Farres Martins. Los clubes potosinos que nos formamos poco después, no le encontramos sentido al llamarnos “federación”, no obstante, fueron creadas las federaciones para aglutinar clubes de guerrerenses, zacatecanos, michoacanos y jaliscienses.
Con las divisiones surgidas recientemente en el ceno de los clubes de oriundos del estado de Hidalgo, distinguidos hidalguenses han acudido al consulado, me imagino que a buscar apoyo para los diferentes grupos y ha surgido el término “federación”, como norma de aceptación y que, aparentemente, es símbolo de “estar” en el sistema oficial, en el circulo que califica para apoyo y bendiciones oficiales que no existen.
Por principio de cuentas el término federación es inapropiado, lo federal tiene que ver con lo nacional que es propio del gobierno de la nación y nada que ver con lo estatal. Si alguna vez el cónsul general como Farres Martins quiso presentar ante sus superiores cuadros disciplinados para usos políticos y ganar méritos ante el aun centralizado gobierno priísta, eso debe ser asunto del pasado.
Aparte de dicho término, me ocupa hoy ese apego al consulado, ese interés por ser reconocidos cuando organizaciones importantes de mexicanos, entre ellas la Sociedad Cívica Mexicana han comprobado que pueden operar sin el consulado. El Museo Nacional de Arte Mexicano, fundado y operado por mexicanos, no necesita del consulado más que los oficios regulares que cualquier otra organización pudiera requerir. Potosinos, guanajuatenses, duranguenses, y pueden desarrollar sus actividades igual o mejor sin la venia o los contactos con el consulado, o con el Cónsul General.
Aparte está, la dirección de un cónsul general como Eduardo Arnal Palomera quien desde su llegada hace 11 meses ha mostrado un compromiso que tiene todo qué ver con el servicio y la atención al público en general y poco que ver con las influencias, las fotos de pose y los reconocimientos públicos.
Nada tengo en contra de uno de los bandos de hidalguenses que han surgido, por el contario, deseo su unidad, pero el que cada grupo base su éxito o su influencia en la medida de sus relaciones con el consulado, demuestra que alguien les está vendiendo la idea de poder y reconocimiento oficial, que son gratuitos, y que se dan, al menos en la actualidad, sin condiciones.