El populismo de los gobernantes resulta muy caro para los pueblos, quitar a los que tienen para dar a los que carecen, puede parecer lógico y plausible para algunos, pero las realidades de una nación deben estar basadas en la democracia, en la economía y en la igualdad de oportunidades.

Hugo Chávez basó su popularidad en un sector, el más desfavorecido social y económicamente de Venezuela, realizando expropiaciones y al mismo tiempo desconociendo las libertades de prensa y de expresión, acciones con las cuales promovería más y mejor sus obras sociales, descuidando el comercio y la industria y el gran potencial petrolero que le abrió todas puertas con Cuba que, hoy queda tristemente como el guardián del futuro venezolano.

La permanencia de Chávez durante 13 años en el poder se debió a diferentes maniobras legislativas que permitieron su reelección con el resultado de un gobierno con todas las características de una dictadura, promoviendo ese mismo sistema a nivel internacional con gobiernos totalitarios como los de Cuba, Irán y Siria y con gobiernos socialistas del área: Ecuador, Bolivia y Nicaragua, (el “eje” latinoamericano).

Tras su esperado fallecimiento, ha sido elevado estaturas de héroe y patricio por los propios herederos del gobierno, por lo que deja vivo el caudillismo venezolano como “ejemplo” para la región, sin embargo, en muchos venezolanos quedaron muertas las esperanzas de una pronta recuperación, del caos político y social en el que se encuentra Venezuela que hace pocas décadas había florecido y figuraba como una de las economías más fuertes del mundo y una de las democracias más estables del continente.

La muerte de Hugo Chávez deja incertidumbre y división en una nación donde sólo una gran parte del pueblo le llora, la que está integrada precisamente por una cantidad de pobres que es mayor que cuando él tomó poder.