Tenía que ser Ramh Emanuel el que causara esta controversia de la que se hablará en los meses por venir. Olvídese de que el alcalde si insultó a la presidenta de la Unión de Maestros, de que nunca se llevó bien con la esposa del presidente Obama, de que cuando estaba en la Casa Blanca, se metía hasta a las regaderas donde se bañan los congresistas para convencerlos de diferentes leyes que tenían que aprobar.
Hace varias semanas, Emanuel anunció lo que no debió anunciar: más policías, mejor protegidos para enfrentarse a las protestas que se preparan ya en el centro de la ciudad, principalmente las de Occupy Chicago. El alcalde también anunció multas más elevadas para quienes se enfrenten a la policía, la insulten y la desobedezcan.
Como ya se ha comprobado, los regidores le aprobarán estas medidas, a menos que den muestras de una sana independencia que hace tanta falta y las rechacen.
Si Chicago estaba –o está- preparado para tres grandes eventos internacionales que se llevarán a cabo en el centro de la ciudad en el mes de mayo, Rahm no está ayudando para que todo se realice bien: que los representantes de los países más poderosos del orbe, hablen, dialoguen y hagan acuerdos y que los miles de manifestantes protesten.
Al anunciar que los manifestantes se la verán con más fuerza y más castigos, ha hecho que estos ya estén con la espada desenvainada, y esperemos que no, pero ya se ve el peligro de sangrientas protestas políticas que se podrían convertir en graves disturbios como las de 1968 que se realizaron en esta misma ciudad, y no se diga en la de México, París o Yugoslavia, donde los únicos que perdieron fueron, no el gobierno, ni los soldados y policías, ni los manifestantes, sino la democracia y el pueblo.
¿Hay tiempo suficiente para que Emanuel disipe temores, para que diga que no dijo lo que dijo? Sólo el mismo tiempo lo dirá.