Por Ezequiel Banda Sifuentes
Cada lunes se hace el recuento semanal de asesinatos de personas y de las balaceras ocurridas en el fin de semana en Chicago, de lo que poco se habla es de las persecuciones policiacas ocurridas del viernes al domingo, de las patrullas detrás de automóviles, acciones que también terminan por dejar muertos y heridos.
Hace 10 años en el Departamento de Policía de Chicago se habló ampliamente sobre esta forma de actuar de los oficiales y se puso en reglamentos internos consistentes básicamente en esto: un patrullero que no estuviera seguro de que perseguía a un criminal importante, a un asesino peligroso, no debía iniciar una persecución.
Pero aparentemente, nadie, o muy pocos han obedecido y hoy se siguen produciendo accidentes fatales, choques que no tienen que ver con un delito directamente, más que con la estupidez de perseguir a un sospechoso de “algo”, aunque el recorrido de un automóvil tras otro termine en muertos y heridos. Hace dos semanas un maleante que era perseguido por las patrullas arrolló a un carrito en el que una madre llevaba a su bebé matando al niño de ocho meses.
Este cáncer de persecuciones inútiles, pero fatales, es nacional: según acaban de reportar el Departamento de Justicia y el diario USA Today, 5,000 mil personas, entre conductores, policías y gente en la calle, han muerto desde 1979; de esa cantidad a Chicago le corresponden decenas de víctimas.
No es lógico que el mismo policía arriesgue su vida, y la de la gente de la calle, por perseguir a toda velocidad, en una arteria comercial o residencial, a una persona sospechosa, cuando en realidad la mayoría de los casos son individuos que huyen simplemente por no permitir que les den una multa por exceso de velocidad, por un alto que no hicieron o por traer vencidas la placas.
Ese tiempo del policía, ese riesgo de los policías, podría ser mejor invertido en vigilar y cuidar a los más indefensos: a los niños que salen de la escuela, a la madre que anda de compras, al anciano que camina solo, “servir y proteger” es el lema de la policía de Chicago, un lema que muchos policías de esta ciudad y de otras partes de los Estados Unidos, han cambiado por el de “perseguir a un sospechoso, cueste lo que cueste”.
You must be logged in to post a comment Login