El Partido Republicano debe adoptar la actitud de Jeb Bush: “como yo lo veo, si alguien viene a este país ilegalmente porque no podía entrar legalmente, viene por el bien de su familia porque -un padre que ama a sus hijos- está preocupado de que no tuvieran comida en la mesa…Sí, violó la ley, pero eso no es una felonía. Es un acto de amor”.
O el Partido Republicano (GOP), podría imitar a Donald Trump quien entró a la contienda presidencial explotando con estas palabras ofensivas: “Cuando México nos manda su gente, no nos manda lo mejor…Vienen con drogas, traen el crimen. Son violadores” agregando enseguida: “Y algunos, asumo, son buena gente”.
Ya hemos visto estas hostilidades en el pasado. En 1994 los futuros aspirantes republicanos a la presidencia, Pete Wilson, de California y George W. Bush, de Texas, expresaron puntos opuestos sobre inmigración ante la comunidad latina.
Hace 21 años, California era el decisivo estado al inclinarse hacia los republicanos, se había votado por candidatos del GOP en seis de las pasadas siete elecciones presidenciales y ese estado envió a dos gobernadores a la Casa Blanca: Richard Nixon y Ronald Reagan, mientras que la reelección de Wilson como gobernador marcaba la cuarta vez en que un republicano ocupaba la mansión de Sacramento. Hoy California es en gran mayoría demócrata y los republicanos no tienen a nadie en puestos importantes de elección a nivel estatal y el Partido Demócrata, ocupa casi las dos terceras partes del Congreso estatal, tanto en la cámara alta como en la baja.
En lo que toca a Texas, en 1994 el Partido Demócrata estaba luchando por fortalecerse y dos de sus gobernadores en esos años, eran demócratas: Mark White y Ann Richards, mientras que el senador Lloyd Bentsen había sido aspirante a la vicepresidencia en 1988 y había sido Tesorero de la Nación. George W. Bush quien había derrotado con escaso margen a Richards, se convertía en gobernador y desde entonces hay demócratas en los puestos de vicegobernador, en la Procuraduría, en la Tesorería, y la Contraloría.
Al tomar el mando de gobernador de Texas, Bush dejó en claro que México no era un enemigo e invitó a su toma de posesión a los gobernadores mexicanos de los estados vecinos.
En este ciclo de elecciones nacionales, el Partido Republicano debe decidir cómo tratar el caso de los 8 millones de indocumentados latinoamericanos y si utiliza el pasado como prólogo, tiene una fácil solución.
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