Sobre la renuncia del Papa Benedicto XVI, ha caído, como era de esperarse, una lluvia de rumores vertidos por quienes no quieren o no saben profundizar en lo que es la historia, menos la doctrina de la Iglesia Católica.
Para legos como este servidor, basta un poco de historia para no asustarse ni asustar, o por lo menos, no incrementar los rumores que son solo eso, rumores, pero que mucho mal hacen a quienes están débiles en su fe.
Los papas, gobernantes absolutos de la Iglesia Católica, después de El Ser Supremo, pueden, están en su derecho de renunciar, cuando lo crean conveniente y para sorpresa de quienes veían a Benedicto como un conservador, de mano dura y tradicionalista, es él quien decide hacer lo que casi no se hace, renunciar hablando muy claro de sus motivos: su edad, y su debilidad física.
El puesto de Sumo Pontífice implica un enorme trabajo y una gran responsabilidad, se trata de gobernar una institución consistente en más de mil millones de integrantes, con una feligresía creciente en Asia y en África, esto, aparte de las responsabilidades espirituales que tiene con todos los seres humanos en cualquier rincón del mundo, porque la Iglesia es Católica, es universal, reina sobre las almas que no han conocido la doctrina de Cristo, de ahí la importancia del Espírito Santo.
Dicho lo anterior lo enemigos del catolicismo encuentran siempre oportunidades para atacarla y le tiran a la cabeza, al Vaticano, al Papa al mismo Cristo y el singular hito histórico que hoy se da en el papado, es una de esas oportunidades para señalarlos con índices acusadores: que si lo hicieron renunciar, que lo presionaron, que no estaba de acuerdo con otros cardenales, que vio desunión, cuando la doctrina básica de la Iglesia es, y lo sostiene, es una iglesia de humanos y que esta formada por pecadores.
Por fortuna esta Iglesia es asistida, apoyada por los máximos poderes espirituales, aún así no pasa un año sin que surjan campañas y ataques contra el Vaticano por medio de películas, libros, revistas, periódicos y declaraciones de diferentes personajes que afectan solamente a los escasos de fe, que de esta forma creen que la Iglesia Católica esta cerca de su final. Cuentan cómo Napoleón, el político más poderoso de su época, le dijo a un cardenal “si quiero puedo acabar con la Iglesia Católica”, a lo que el prelado replicó: “ni nosotros podemos”.
Los cardenales ya se dan cita en Roma para elegir al Pontífice que ocupará la vacante dejada por Benedicto XVI, y que será un individuo santo y con la habilidades de buen administrador.
La mayoría de los papas gobiernan hasta su muerte, otros encuentran diferentes formas de concluir su pontificado, unos renuncian y a otros los matan, como pasó con San Pedro, el primer papa.
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