Mucho de lo que esta pasando en la comunidad afro-americana no debe pasar en la comunidad latina: la atracción desmedida a estrellas como Michael Jordan, Michael Jackson y ahora al mejor jugador de los Bulls, Derrick Rose.
Los tres movilizan millones de jóvenes negros que aspiran a ser como ellos, una idea distorsionada de la realidad y del futuro, basada en cuentos de hadas, mitos en los que no debe caer nuestra juventud latina.
Hay quienes se lamentan que los latinos no tengamos grandes líderes a seguir, pero no hacen falta, basta con tener líderes que guíen bien a cada familia y a su comunidad.
Además, héroes afroamericanos como Martin Luther King, parecen no hacer mella en el carácter de la juventud negra, en peor situación que la nuestra, en términos de preparación universitaria y situación económica. Hace 23 años, Jesse Jackson dio un histórico discurso en la Convención Nacional Demócrata haciendo llorar de emoción a miles que lo escucharon, hablaba de la importante unidad familiar, del buen ejemplo que deben dar los padres, pero sus palabras tuvieron magros resultados.
Por eso o extraña que hace unas semanas, ocho mil jóvenes formaron tumultos para ver a Rose, quien acababa de firmar un contrato de 94 millones de dólares, aunque ignoraban si va a lograr siquiera algo de lo que hizo Jordan.
Hagamos una comparación: extensas filas se formaron días antes de la pasada Navidad, de quienes no querían perderse los nuevos y muy caros zapatos “Nike” de Jordan, mientras que en la comunidad hispana de Chicago, como en otras de las más importantes ciudades de los Estados Unidos, había otra clase de filas, frente a las tortillerías para comprar masa para tamales, para hacer más agradable y completa la reunión familiar, clave para el progreso y avance de nuestra sociedad. Esta comparación puede ser la más significativa de lo que no debemos envidiar a la comunidad negra.