Los asesinos de Lincoln

El plan original no era asesinar al Presidente Lincoln, al contrario. John Wilkes Booth quería secuestrarlo, entregarlo al ejército del sur y negociar la liberación de los prisioneros de guerra del ejército confederado, quienes perdían la revolución. El 11 de Abril de 1865 Booth escuchó el discurso triunfal de Lincoln en la Casa Blanca donde anunciaba la rendición del ejército del sur y la abolición de la esclavitud.

Los esclavos serían libres y con los mismos derechos que cualquier otro ciudadano. Booth era racista y le aborrecía la idea que los negros tuvieran acceso al voto y demás privilegios, la declaración de Lincoln lo hizo estallar en cólera y ahí mismo decidió que el presidente debía morir. Los cómplices de Booth atrapados fueron Samuel Arnold, George Atzerodt, David Herold, Michael O’Laughen, Lewis Powell, Mary Surrat y su hijo John Surrat. Este último logró burlar a la justicia al huir a Canadá, de ahí zarpó con dirección a Inglaterra y recorrió de manera furtiva toda Europa.

A principios de 1866 fue visto en Roma y las autoridades italianas casi lo detienen, eso no sería posible sino hasta noviembre del mismo año cuando por fin fue detenido en Egipto y llevado de vuelta a los Estados Unidos. Antes, el 7 de julio de 1865, Mary Surrat, David Herold, y George Atzerodt fueron ahorcados. Por cierto, Mary Surrat se convirtió en la primera mujer en ser ejecutada por el gobierno americano.

Michael O’Laughen por otra parte, murió de fiebre amarilla en 1867, apenas al segundo año de su cadena perpetua. En pleno verano del mismo año comenzó el juicio de John Surrat quien de manera sorpresiva fue declarado inocente por falta de pruebas contundentes. Surrat vivió hasta su muerte en 1916 como un hombre libre. Quedó grabado para la historia, el sueño premonitorio del Presidente Lincoln, quien le confesó a su secretario haber soñado estar dentro de una casa oscura donde reinaba la tristeza y escuchaba gente llorando.

Al descender a la planta principal, observó un gran ataúd siendo cuidado por cuatro cadetes. Lincoln en su sueño se asomaba al interior de la caja sin distinguir el rostro del finado pues éste estaba cubierto por un lienzo blanco. Le preguntó a los cadetes a quien le hacían guardia para obtener como respuesta; “El presidente ha muerto, un asesino lo ha matado”. Una exclamación de dolor lo despertó y esa noche Lincoln no pudo conciliar el sueño.  Tres días después, el sueño se haría realidad. Quedan pendientes para la semana entrante los hechos posteriores a la muerte del presidente Lincoln.