Del caso del padre Michael Pfleger, al del desfile de los homosexuales, se han reportado errores del arzobispo de Chicago, cardenal Francis George, a cargo de esta arquidiócesis desde 1997.
Empezando el mes, el Cardenal pidió perdón por comparar el desfile anual de los homosexuales de Chicago, con los actos que hacían los nazis en contra de los católicos en Alemania. No es la primera ocasión –tal vez no será la última- en que hace declaraciones de las cuales tiene que arrepentirse, o por lo menos aclarar y suavizarlas después con otras palabras y actos como que hizo el mes pasado con el gobernador Pat Quinn.
Algo de malo y negativo se pudiera ver en las declaraciones del cardenal si no fuera porque él mismo procede a aclarar, disculparse o a explicar las causas de lo expresado.
Ha sido acusado casi en forma constante por una organización que aboga por los niños abusados por sacerdotes, casos sobre los cuales él ha tenido poco o ningún control.
En Francis George, no podemos ver más que a un prelado activo, con deseos de expresar sus puntos de vista en todos los asuntos relacionados con la fe y la dignidad humana, con declaraciones que, a la postre, pudieran tomarse como indebidas o inapropiadas, es entonces cuando ve el recurso divino del pedir perdón.
Nada extraño tiene los hechos controversiales de este arzobispo, humano como la Iglesia misma, lo que reafirma lo apropiado de su trabajo como pastor de almas, administrador de parroquias y otras instituciones, y al mismo tiempo, apóstol de la doctrina de su iglesia, lo que demanda prédicas y declaraciones aunados a las acciones.
Qué bueno que no tenemos un guía espiritual con los extremos de la cautela y el silencio, sino uno que habla cuando debe de hablar, con palabras que son de guía y amor, apoyadas por la humildad y la responsabilidad.