Este superintendente de las Escuelas Públicas de Chicago (CPS) Jean-Calude Brizard, no quiere pasar a la historia de la ciudad como un jefe escolar más, como otros que llegando de fuera muestran una varita mágica con la que harán desaparecer los problemas del sistema escolar y pasan dos, tres, o cuatro años, cuando mucho y se van, muchas veces teniéndoseles que “comprar” el resto de su contrato en cientos de miles de dólares para que caigan en lo que ha dado en llamarse “paracaídas de oro”.
Brizard ya está haciendo algo para dejar una prueba de haber logrado, o por lo menos, intetado, que los padres de los alumnos, carguen con una parte del peso de la responsabilidad escolar.
La medida que aplicará es simple y sencilla de establecer: otorgar a los padres un sistema con el cual puedan calificar el desempeño de los ma-estros, el director o la directora y del sistema escolar en general, en relación con el aprovechamiento académico de sus hijos.
En un mundo ideal esto no haría falta, porque se espera que todos los padres que aman y se preocupan por sus hijos los cuidan y los alientan y que los administradores escolares por igual, que los maestros preparen bien sus clases y supervisen bien el progreso de sus alumnos.
Sin embargo, Chicago padece un sistema escolar, tal vez no tan decaído como hace 10 o 15 años, pero hay graves problemas y las autoridades dan muestras de querer mejorarlo con dos objetivos básicos: un mejor nivel de aprovechamiento y que asista a la escuela todos los alumnos sin problemas de deserción escolar.
Sin duda, los padres tienen que poner más de su parte porque, sobre todo los negros y los latinos, continúan fallándoles a sus hijos en el renglón familiar, al no convivir con ellos y peguntarles sobre el progreso de sus estudios en una u otra materia, al no ver quienes son sus amiguitos y amiguitas, al no visitar su escuela y hablar con sus maestros, al no dar el buen ejemplo de lectura, e inculcarles la curiosidad intelectual que los menores bien pueden desviar hacia otras cosas nada edificantes.
Ya se dieron a conocer esta se-mana varios puntos importantes en los cuales los papás deberán tomar en consideración para calificar el nivel de efectividad de las escuelas a las que acuden sus hijos: en hojas especialmente preparadas con letras claras y un lenguaje sencillo expresarán sus opiniones sobre la primaria y la secundaria en cuanto a porcentajes de graduación y de asistencia, seguridad y en el nivel de aprovechamiento en lectura y matemáticas.
Las formas que llenarán no estarán identificadas por el nombre del padre o de la madre, para que el anonimato ayude a que expresen abiertamente lo que piensan en las hojas especiales que deberán ser entregadas antes de iniciar cada año escolar.
¡Bravo! por Jean-Claude Brizard, porque esta es una forma con la cual los padres pueden envolverse más en las escuelas, lo que puede ser el inicio de una mejora sustancial en todo el sistema escolar en el cual siempre ha hecho falta el aporte directo de los padres que, si ha existido, ha sido en forma mínima y en ocasiones irre-levante, sobre todo cuando es ajeno a la oficina del jefe escolar.