Más allá de dar las gracias

Por qué es mejor ser agradecido que decir “gracias”
Por Ferrán Ramón-Cortes

NSN.- No es lo mismo dar las gracias que agradecer. Buscar el gesto que llegue al otro y no esperar nada por nuestra acción es el camino para hacerlo de forma sincera.

“Cada mensaje de gratitud es no solo necesario, sino extremadamente valioso para mantener las relaciones”

Según estadísticas, cada día damos las gracias más de veinte veces. Las damos cara a cara, por teléfono, por correo electrónico, muchas veces lo hacemos de forma automática, sin casi darnos cuenta. La pregunta es: ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud?

“Solo un exceso es bueno en el mundo: el exceso de gratitud” (Jean de la Bruyère)

Hay una gran diferencia entre dar las gracias y mostrar nuestro agradecimiento. Dar las gracias es una respuesta espontánea, automática, un convencionalismo social que por educación y por cordialidad hacemos de oficio. Es una expresión que ante algo que han hecho por nosotros cierra el círculo, pero a menudo lo cierra en falso. Porque hecho el formulismo, podemos pensar que ya hemos agradecido lo que hayan hecho por nosotros y puede que esta impresión no sea cierta.

¿Me habría servido de algo que mi amigo me hubiera dado las gracias, si un día fuese a su casa y viera el jersey que le regalé en el fondo de un armario, con la etiqueta aún colgando?

Hay muchos “gracias” que saben a hipocresía, de esos que uno ya descubre con solo oírlos que no hay detrás de ellos ni la más mínima intención de gratitud. Y estos son los que deberíamos evitar a toda costa.

Solo a Dios podríamos expresar tantos “Gracias” sin tener que hacer nada por Él, pero sí por cada ser humano creado “a Su imagen y semejanza”

Mostrar nuestro agradecimiento va mucho más allá de pronunciar la palabra “gracias”, es mostrarle a la otra persona que realmente valoramos y apreciamos lo que ha hecho por nosotros o lo que nos ha dado. Y en esto los convencionalismos no ayudan. Con la sobre utilizada expresión “gracias” no tenemos bastante, porque su utilización automática (más de veinte veces al día) la ha vaciado de contenido. Es necesario encontrar nuevas formas de mostrar a las personas el sentimiento de agradecimiento auténtico.

“Mientras los ríos corran al mar y haya estrellas en el cielo, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido” (Virgilio)

Para mostrar al otro nuestra gratitud, los pequeños detalles son más eficaces que las palabras, y mucho más indicados para transmitir nuestro sentimiento. El reto es: ¿cómo podemos hacer sentir a la otra persona que le estamos agradecidos de verdad? ¿Cómo podemos mostrarle que ocupa un pequeño espacio en nuestro corazón y en nuestro pensamiento?

Es imprescindible pensar en gestos que, conectados con aquello que hemos recibido, lleguen al otro. A mi alrededor he podido vivir algunos que han tenido o tuvieron en su día un potente efecto:

– Un amigo ayudó a su hermana a conseguir una entrevista que resultó en un buen empleo. El primer correo que su hermana envió desde su nuevo puesto – y por tanto, con la firma de la empresa- fue para él. Y ese mensaje no contenía la palabra gracias.

– Mi padre ayudó a un amigo pescador en la reparación de su barca. Cuando llegó a casa se encontró encima del mármol de la cocina un precioso y ser recién pescado.

– A un buen amigo le regalamos entre un grupo un reloj de montañismo. Recibimos cada uno de nosotros una fotografía de nuestro amigo ante una gran montaña con su muñeca (y el reloj) situados en un desproporcionado primer plano.

Hay quienes hacen favores a los demás para que le den las gracias. Es su alimento emocional, lo que le llena y le da energía. Y, claro, cuando no lo reciben se indignan: ¿cómo puede ser que no me den las gracias?

Estos comportamientos son un signo de dependencia: aquellos que actúan así necesitan y dependen del agradecimiento de los demás, cosa que inevitablemente les acarreará problemas. Deberíamos preguntarnos: ¿por qué hacemos un favor?, ¿porque así lo sentimos y está en nuestra forma de ser, o porque esperamos con ello obtener el reconocimiento de los otros?

Si lo hacemos por convicción, no debemos esperar la gratitud del otro. Si llega, la recibiremos con ilusión. Si no la hay, nos reconfortará la sensación de que hemos hecho exactamente lo que queríamos hacer, porque no esperábamos nada por ello.

“Cuando bebas agua, recuerda la fuente” (proverbio chino)

Muchos de nosotros raramente dejamos de dar las gracias, pero muy frecuentemente nos saltamos el agradecimiento. Busquemos a nuestro alrededor a quien ha hecho recientemente algo por nosotros que ha sido importante. Y busquemos una forma creativa de mostrarle nuestro agradecimiento. Hagámoslo por ellos, pero también por nosotros. Porque se agradecidos es a menudo tan gratificante como recibir.

Vayamos pagando la deuda de tantos años en los que nos hemos limitado a dar tantos y tan educados ¡gracias!

 

 

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