NSN.-El problema de la falta de agua en Chihuahua no es consecuencia de la sequía atípica que asuela al estado; tampoco es un desastre natural que se ensaña contra el ser humano. El problema es resultado de los modelos depredadores de explotación maderera en la sierra Tarahumara y de producción agrícola que por décadas se han practicado, explica el geógrafo y estudioso de las sequías en la entidad, Federico Mancera.
Son modelos, expone el especialista, que por un lado alteran el ciclo hidrológico y, por otro, prácticamente han agotado los mantos acuíferos del subsuelo. Con base en información de la Conagua, el experto advierte que la verdadera crisis del agua llegará hacia el año 2025; lo que se vive ahora es apenas el principio. Agregó que “los recursos que ahora se destinen para atender la emergencia servirán como paliativo, pero no resolverán el problema de fondo. Las sequías cíclicas en Chihuahua no son una novedad, se han dado durante miles de millones de años. Eso no impidió que durante todo este tiempo se formaran los mantos freáticos de los que hoy todavía se abastecen las principales ciudades del estado”.
La gran sequía no solamente afecta Chihuahua, en menor gravedad la padecen Durango, Coahuila, mientras que Zacatecas y San Luis Potosí han visto cómo la sequía ha hecho disminuir drásticamente la producción de la tierra y no se recuperarán pronto de la falta de la producción de maíz y frijol.
Esta semana, tanto Conagua como la presidencia informaron de una ayuda de 2.7 billones de dólares para disminuir el impacto de la sequía que no se vea en varrias dácadas.
Parte del problema se remonta a los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando los gobiernos en turno promovieron políticas públicas para volver productivos los desiertos, emulando modelos de Estados Unidos. La idea básica era llevar agua a los desiertos, creando extensas zonas de irrigación. El agua provenía de los mantos freáticos. En esos tiempos no existía el concepto de conservación ambiental.
Entre los años 40 y los 90 extensas áreas se destinaron sólo al cultivo de algodón, llamado entonces el oro blanco. Por tratarse de un monocultivo aparecieron las plagas y para combatirlas se recurrió a los pesticidas y herbicidas. De este modo, el agua que se acumulaba en el subsuelo se contaminaba y se salinizaba.
Actualmente, añade, la situación no es muy diferente en los extensos llanos del estado, que no se destinan al cultivo de maíz o alimentos, sino a producir forrajes para el ganado.
Miembro del Centro de Investigaciones sobre la Sequía, del Instituto de Ecología AC, Mancera hace notar que por esa razón la eventual liberación de recursos públicos para atender la emergencia alimentaria en el estado no va a servir de mucho: los únicos que se beneficiarán son los ganaderos.
Además de los mantos freáticos, otra de las formas que durante mucho tiempo se empleó para enfrentar la escasez de agua fue la construcción de represas, que acopiaban el agua durante la temporada de lluvias. Actualmente, la mayoría están casi secas. Se han vuelto acumuladoras de suelo. Quienes dependían de ellas, sostiene Federico Mancera, ahora recurren a la apertura de pozos clandestinos, que hacen su contribución a la desagracia ambiental que se cierne sobre Chihuahua y que se manifestará en toda su magnitud hacia 2025.