Uno de los mitos más extendidos en nuestra comunidad latina es la de que los afroamericanos que son maleantes atacan sólo a los anglos y a los latinos. Para refutarlo está la noticia del pasado fin de semana en la cual la imagen de un guapo y sonriente jovencito, Darius Brown, de 13 años de edad, aparecía acompañada de las caras de los cinco hermanos de raza, acusados de asesinarlo.
El caso del estudiante ejemplar, balaceado mientras jugaba en un parque, no es el único, muchos son los jóvenes, adolescentes, niños y niñas de la comunidad negra de Chicago, víctimas inocentes de otras personas de su misma raza.
Esto no significa que los latinos no tenemos problemas de crimen, el nuestro es similar en los barrios plagados de vicios y pandillas, pero vale destruir el mito de que l “os negros nos atacan”.Es racista, o, por lo menos, propio de gente desinformada, el indicar que los afro-americanos “no nos quieren”.
Educarnos sobre las otras comunidades es un deber en un país con tantas razas y culturas en las cuales hay de todo: gente buena y trabajadora, personas honradas que son las primeras en lamentar lo que pasa en sus barrios.
Jesse Jackson y Louis Farrakan, son líderes afro-americanos que predican alentando al progreso, al avance y la educación de sus hermanos, mientras lamentan la plaga del black on black crimen (el crimen del negro contra el negro) lo que diezma sus comunidades en todo Estados Unidos.
Mientras creamos conciencia de que en los barrios latinos debe bajar el índice del crimen que cada fin de semana deja hogares enlutados, debemos saber que en los ba-rrios negros pasa lo mismo, a pesar de que se lucha contra la proliferación de armas y el salvajismo de individuos con una lamentable falta de respeto por la vida y por su propia raza.
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