Por Rogelio Martínez Faz
Ya están a la vuelta de la esquina las elecciones del 2012 para elegir presidente o presidenta de México y los candidatos y candidata están prestos a conseguir la preferencia del electorado y en la cual los mexicanos y mexicanas en el extranjero podrían haber jugado un papel importantísimo si las cosas hubieran sido diferente, sin tanta traba, faramalla verbal y burocracia.
Según opinión de consejeros del IFE, “el universo de votantes en el extranjero podría definir la Presidencia de la República” pero lo quieren conseguir con una página de Internet para dar información. Para eso el voto exterior debería ser en forma masiva, lo que no se va a lograr por tres razones fundamentales: primera, no hay empadronamiento, segunda, no hay credencialización y tercera, no hay voto en el exterior.
Muchos otros países lo hacen sin tanta retórica retorcida, candados, temores infundados y con mucho menos presupuesto. Un reflejo de lo que somos los mexicanos.
El voto en EN el exterior como debería de ser, y no DESDE el exterior, hubiera tenido la facultad de romper con ese entrampado en el que se encuentra la política mexicana, aunque moleste. Primero, porque los candidatos, candidatas y partidos deberían de sentir que su suerte política ya no dependería de su influencia directa con sus afiliados, simpatizantes, alianzas convenencieras, o explotando el deseo de la sociedad que quiere tener a un mesías que salve al pueblo, que es donde los candidatos y candidatas arguyen sus supuestos “posicionamientos”. Segundo, el voto exterior tiene la ventaja de estar fuera de la influencia de grupos gremiales, de grupitos fácticos políticos y de la pasión política al estilo fan futbolero, donde candidatos y candidatas esgrimen sus promesas sin las mínimas garantías para cumplirlas, campañas carísimas, partidos amafiados, con lo que es muy seguro se logre la ilusión para repetir el ya tradicional enfrentamiento político, con las secuelas sociales que ahora padecemos.
Al paisano y paisana (para seguir con el requisito de género) se le acusa de no estar bien informados acerca de lo que pasa en México, de que no pagaría las consecuencias al no elegir al “mejor” candidato (como si existiera). Por supuesto, de haber una mala elección (como si los demás no lo hubieran sido) los mexicanos de adentro serían los primeros en padecerlo y con ello la posibilidad de sumarse a las filas de los paisanos. Con lo que incrementarían la importante fuente de ingresos del país, las remesas.
Por boca de políticos y políticas se ha dicho que los mexicanos en el exterior podrían ser influenciados por intereses extranjeros. Para empezar, no hay ningún indicio de tal intromisión o influencia y no parece factible, las opiniones en este sentido exponen de otra manera la suspicacia mexicana en el que estamos entrampados, y esa que la realidad de México la conoce todo el mundo, y en gran medida se le echa la culpa al extranjero.
Vivir fuera de una influencia política que ya se conoce, como los paisanos conocen a sus políticos mexicanos, y ver otras de cerca, amplía el criterio del ciudadano. Se aprende a ser más perceptivos con la imagen que emiten candidatos y candidatas y la función que deben desempeñar. Para definirlos o definirlas con lo que hicieron, hagan y digan, incluido el hablar mesurado, el tono afable, frases acomodadas, promesas ilusorias, amenazas “benignas” que es con lo que quieren apantallar.
Para sintetizar, los mexicanos en el extranjero queremos participar en las elecciones en una forma simple y directa: registro, credencial, casilla y voto ¡tan sencillo como eso! Y que rompa con los vicios de la política mexicana que hace que las promesas se convierten en mentiras. Problema endémico infectado con enredos verbales y burocráticos por nuestros políticos y políticas, y por nuestra tolerancia.