Por más abominable que sea el aborto, inclusive, cualquier intento lejano, en facilitar su realización, la Iglesia Católica debe poner los puntos sobre las íes y proyectar un mensaje político más claro al respecto en un asunto tan delicado.
Que los católicos no deben votar por el presidente Barack Obama porque patrocina políticas conducentes a la realización de los abortos y porque partidario de que la mujer tenga el derecho de decidir lo que hace con la vida de otro ser que lleva en su cuerpo, parece lógico, no obstante, hay huecos en esta prédica.
Las preguntas sin respuestas en el caso aborto-Iglesia Católica son varias: ¿puede un sacerdote dar la comunión (el Cuerpo de Cristo) a un legislador que es pro-choice, o sea, que este a favor de dicha libertad para los mujeres? No pueden recibir este sacramento quienes estén en pecado mortal y es pecado mortal apoyar la aniquilación de bebés aunque estén todavía en forma de feto.
Obama ha favorecido la doctrina de la política universal de la Iglesia Católica con el fin de la guerra en Iraq y la disminución de tropas en Afganistán y pronunciarse a favor del diálogo con gobiernos propensos a fabricar dispositivos nucleares para la guerra. ¿Podemos los católicos apoyar a Obama en su política internacional de paz para evitar guerras en las que, como en el aborto, mueren personas inocentes?
No al aborto. Es una estancia ideológica clara de entender y la apoyamos, pero antes de que se decida votar sobre quién será el próximo presidente de los Estados Unidos, debemos entender mucha con claridad a quién queremos en el poder, para no elegir a un repu-blicano que, no acabará con los abortos en este país, y practicará una política de mano firme con países como Irán y Corea del Norte, los más propensos a iniciar una conflagración mundial que costará millones de vidas.
La Iglesia tiene que ser clara y concisa.