Cuando se dio la noticia de la muerte a tiros de Jovany Díaz, un muchacho de 15 años de edad que celebraba su cumpleaños en el barrio al oeste de Humboldt Park, los familiares y amigos indicaron que no pertenecía a ninguna pandilla y la misma policía indicó en un principio que Jovany no era pandillero.
Pero a una semana de la muerte a tiros de Díaz, se supieron muchas cosas antes desconocidas sobre el adolescente, y se confirmó que tenía cierta relación con una pandilla. Hacía poco tiempo que Jovany le había pegado en la escuela a un muchacho y el hermano de éste, integrante de una reconocida pandilla, había jurado vengarse; por otra parte, Jovany tenía amigos pandilleros lo que consta en una fotografía donde aparece tratando de aprender, de otro pandillero, cómo hacer la señal de su pandilla con los dedos de una mano.
Por eso, lo que pasó en el área, donde cruzan las calles Kostner y Hirch fue para ese vecindario “un asesinato más”, ahí han ocurrido decenas de balaceras con el saldo de varios muertos y heridos en los últimos cuatro años.
En esas circunstancias, los amigos de Jovany tenían que ser, inevitablemente, pandilleros, además, su padre dice que el muchacho creció casi sin padres porque en el pasado, él mismo estuvo en la cárcel en diferentes ocasiones sumando un total de 10 años, por delitos de drogas, robos y armas.
La lamentable muerte de Jovany Díaz, tiene todas las respuestas que alguien pudiera pedir: violencia, crimen, falta de educación, falta de buenos ejemplos, falta de amor en la familia y falta de respeto a la vida. Faltas que no eran su culpa.
Una cosa tienen que reconocer y aprender los padres que dicen estar seguros de que sus hijos no pertenecen a una pandilla: que los pandilleros no investigan a quién realmente van a matar antes de disparar sus armas, no les interesa si la víctima es o no, miembro de la pandilla rival.