El argumento de que la pena de muerte sea disuasiva puede ser válido. ¿Quién comete un crimen sabiendo que, si es encontrado culpable, será ejecutado?. La realidad es otra: ningún estudio ha encontrado la relación entre la advertencia de pena de muerte y la decisión de cometer un crimen grave. Sin embargo, en los Estados Unidos, mientras más se aplica la pena de muerte, más aumenta el nivel de asesinatos (en comparación con otras naciones desarrolladas).
El Centro de Información sobre la Pena de Muerte reporta una baja general en ejecuciones de 98 en 1999, a 39 en el 2013, tiempo en el cual disminuyeron los asesinatos de un 5.6 por ciento en cada 100 mil habitantes al 4.7. En lo que respecta a la pena de muerte, su efecto como elemento disuasivo no viene al caso porque hay personas que actúan bajo los efectos del las drogas o por una enfermedad mental o que por una falta de capacidad mental no piensan en la consecuencia de sus actos, pero mientras los que actúan premeditadamente tal vez sí piensan, reflexionan y abandonan su plan, surgen muchos acusados de premeditación lo que sugiere se pide para ellos la aplicación de la pena de muerte, misma que después es descartada.
En esto el fundamento es moral: ¿podemos darle al gobierno el poder para ejecutar gente?. No, porque una muerte premeditada del estado, sigue siendo una muerte premeditada.
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