Los vigilantes surgen en Michoacán con una consigna para los habitantes: “únete con nosotros para la defensa o los carteles te van a matar”, y para algunos ha sido un ofrecimiento difícil de rechazar. El gobierno de México interviene mandando soldados y ordenando a los grupos de vigilantes que entreguen sus armas, pero la situación no ha sido fácil para el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto quien había prometido reducir la violencia.
No le ha sido fácil porque nadie en los dos bandos quiere bajar la guardia. El ejército ha tenido enfrentamientos con grupos de autodefensa en Antúnez, donde mató por lo menos a una persona y en Apatzingán, la tensión es intensa ante el incendio de una farmacia a solo unas cuadras de la presidencia municipal. El pasado fin de semana las autoridades del estado dijeron que habían logrado el control de 20 municipalidades, pero un alto oficial se negó a decir cuándo podrían tomar control de Michoacán mientras que dos organizaciones de vigilancia civil informaban que no depondrían las armas hasta que fueran capturados los jefes de los carteles.
“Queremos rescatar los pueblos donde la gente sigue siendo masacrada por el crimen organizado”, dijo Estanislao Beltrán, portavoz de una de las organizaciones. José Antonio Ortega, presidente del Concejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Criminal, declaró: “las autoridades federales, en lugar de imponer el orden, en lugar de rescatar las ciudades, actúan como árbitros”.
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