No es casualidad que los líderes del Partido Republicano nos empiezan a querer, o, más bien, se han dado cuenta que de verdad necesitan el voto de la comunidad latina del país.
Sería acertado pensar que hoy en los templos evangelistas, pentecostales y mormones se dan golpes de pecho orando y expresando muchos mea culpas mientras que en el Congreso los tonos del ala republicana son de aceptación y conciliación.
Pero este arrepentimiento por tantos pecados sociales cometidos, no les llegó por obra del Espíritu Santo, fueron los números de las elecciones del martes los que los hicieron reaccionar.
En la Florida, bastión dado como seguro para los republicanos, el partido del elefante perdió por poco más de 70,000, en Miami ganó un candidato demócrata, y en Texas, estado con mayoría republicana dos nuevos congresistas demócratas ganaron, incluyendo Joaquín Castro, el hermano gemelo del alcalde de San Antonio.
Hoy para los senadores y congresistas republicanos del Capitolio, “amnistía” dejó de ser palabra pecaminosa, y hay quienes con índice acusador, señalan a Mitt Romney porque en su campaña hablaba todo en contra de los inmigrantes indocumentados y nada a favor de los inmigrantes documentados lo que, si no reflejaba mala fe, si reflejaba fallas de apreciación en lo que es la cambiante sociedad de los Estados Unidos que cada vez es menos blanca y más diversa en el color de sus habitantes.
Si muchos latinos no veían razones para otorgarle su voto al presidente Barack Obama, sí tenían razones de sobra para negárselos a los republicanos que vieron los números y porcentajes electorales pasar por sus narices, algo que, a sólo unos días de su derrota del 6 de noviembre, han dicho que nos quieren ver dentro de cuatro años, por eso tendremos reforma migratoria en el 2013. ¡Aleluya!
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