Cuando uno de los apóstoles preguntó a Cristo que cuántas veces había que perdonar, como el 7 era tomado como el número de la abundancia, el Señor contestó: “setenta veces siete”, o sea, siempre.
Los mismo debe ser, creemos, con el dar gracias y para lo cual ha tenido que dedicarse un día para el agradecimiento, la generosidad y el desprendimiento.
Tras aquel gesto de los peregrinos anglos llegados a estas tierras, se ha tenido que institucionalizar una fecha que debe servir solo como un ejemplo de cómo debemos vivir, agradecidos con lo que tenemos, contentos con lo que se nos da, una idea tan necesaria en esta era de competencias y superioridades que tan mal nos hace mientras se compita sólo por posesiones materiales.
Si bien sabemos que la vida no es nuestra y aún así la gozamos muchas veces con excesos, lo menos que podemos hacer es agradecer constantemente por vivir porque, además, hemos podido lograr más que eso: obtenemos, compramos, conservamos y queremos más sin importar si otros quienes, necesitando lo más elemental, no tienen nada.
Aparte de ser generosos debemos ser agradecidos con Dios y no solo una vez al año. Tal vez si a Cristo se le hubiese hecho también la pregunta sobre las veces que debemos dar gracias, Él nos hubiese contestado basado en el mismo número de la abundancia: “setenta veces siete”.
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