Con los triunfos del domingo en varios estados de la República Mexicana, sobre todo el más resonante, el de la gubernatura del Estado de México, el PRI se apuntala como el muy posible ganador de la presidencia en el año próximo. Triunfos bien ganados, estrategias políticas bien estudiadas, que en una democracia dan resultados.
Como panista, no me preocupa tanto que pierda el PAN sino que las cosas se hagan bien, que la demo-cracia funcione, que haya alternancia, porque feo sería cambiar los 70 años de PRI-gobierno por otras décadas más de PAN-gobierno, qué mal se vería, qué democracia tan débil.
Pero es esto precisamente lo que deben reconocer los priistas y los perredistas que critican sin cesar tanto a Felipe Calderón como a Vicente Fox, presidentes de un cambio verdadero, cambio democrático, envidia de países donde todavía hay decenas de dictadores que gobiernan pueblos y provincias, imponiendo gobernantes con la fuerza de las armas.
A los críticos que atacan sin cesar y sin sentido a Acción Nacional, los árboles les impiden ver el bosque, no ven que México tiene un sano sistema en el cual nadie impone a nadie, no manda un solo partido, como ocurrió de 1929 hasta el 2000; Calderón no ayudó ni con dinero ni con gente a Felipe Bravo Mena para que ganara en el Estado de México, porque sabe que cada candidato, del partido que sea, debe ganar por méritos propios, convenciendo, y reunir el dinero necesario para que su mensaje llegue a las masas.
Los mismos panistas me dirán que el domingo hubo trucos y fraudes, una reacción natural y parte de la política, porque no hay derrotas que gusten; por otra parte, debe confortarnos el logro histórico del PAN, ahora si el PRI gana la presidencia en el 2012 será gracias al cambio, al que antes, los líderes de ese partido se oponían.
Quedó atrás la imposición de gobernadores y presidentes municipales y presidentes de la República con la ayuda del ejército, de la policía y del dinero del presupuesto; ya nadie sabe con certeza quién ganará unas elecciones, el voto es secreto y hay una agencia completamente independiente del poder ejecutivo, que administra y supervisa el proceso electoral, desde las mismas campañas hasta los puestos de votación.
Hay quienes toman la bandera de su partido muy a pecho sin ver que los intereses de la nación, están primero que los partidos, por eso antes del triunfo de aquel 2 de julio del 2000, me preocupaba que el cambio fuera cruento, pero, afortunadamente, eran temores mal fundados, en lo que acerté fue en que el primer presidente que no fuera del PRI gobernaría con grandes problemas impuestos por los intereses bien arraigados de tanto “revolucionario” por una elite de caciques, obstáculos a los que Fox tuvo que enfrentarse y de lo que no salió bien librado.
Sin embargo, cuando hace 11 años Fox tomó históricamente el poder, ni una pistola tuvo que ser disparada, lo que habla bien de los partidos, especialmente, de los mexicanos.