Es difícil hablar a favor del vicio, de los excesos en drogas, alcohol, apuestas y demás, pero, cuando se habla de constantes castigos contra lo que puede llegar a ser una enfermedad que requiere tratamiento, hay que inclinarse hacia el acusado, no para que continúe ese estilo de vida, sino para que sea tratado y mejore su situación, en lugar de ser encarcelado.
Tal es el caso de la marihuana que en Chicago está en debate, controversia que han revivido el concejal Daniel Solís y otros concejales que æel encabeza y a quienes, creo, se debe apoyar, porque son decenas las detenciones por una pequeña porción de marihuana que ni a crimen llega, pero ahí está la policía, las detenciones, las comparecencias ante el juez y el veredicto con castigo de cárcel por un cigarrillo del estupefaciente, no tiene sentido.
Por eso el mismo sistema judicial favorece al que es encontrado con un cigarrillo, o dos, de marihuana que después de citas y comparecencias en corte termina por deshacerse el caso y el sospechoso es dejado en libertad y sin el mal antecedente y a ese sistema deben atenerse las autoridades de Chicago que bien puede utilizar los esfuerzos enfocados en los poseedores de pequeñas porciones de marihuana, en otros asuntos más importantes y hacer que el gobierno federal aumente la lucha contra los cárteles de la droga.
En tres años, Terrell Reap, ha sido detenido por la policía 16 veces y los casos en su contra han producido solo dos convicciones, dos culpabilidades castigadas solo con una supervisión. T’ánta alaraca por pequeñas porciones que posee el fumador de marihuana y tanto gasto en cortes y jueces, para un “acastigo” de supervisión debe ser la indicación de que algo anda muy mal.
Por eso es buena la idea de los concejales, que sólo se les multe con 200 dólares, como si fuera una violación automovilística; si no pagan, se le irán acumulando hasta que sí, de verdad, sean arrestados y encarcelados, jóvenes que en su mayoría son latinos negros y pobres, integrantes de las comunidades más azotadas con un sistema local de justicia que, como hemos visto, resulta inoperante ante el problema de la drogadicción.
El policía que una vez que otorgue la multa al que encontró con su “carrujo”, puede hacerse cargo de otras tareas más importantes, vigilar casas, negocios, cuidar a los niños que salen de la escuela, a la gente en general, detener a los pandilleros que podrían andar armados.
La marihuana no se irá jamás, es, ha sido y será parte de una subcultura que equilibra la vida de la sociedad.
No condono la drogadicción por pequeño que el problema sea, pero es más grave la forma en como se le ataca, se intenta curar al enfermo con algo que le está haciendo un mal mayor y ese es el caso, al menos en lo que respecta a Chicago.