Ciertamente, Nelson Mandela demostró que la noción de una política amable existe de verdad, actos que en lugar de dividirnos, nos unen. Es famoso el perdón de Mandela a sus opresores con los que trabajó después para construir una nueva Sudáfrica.
Un periodista que lo entrevistó extensamente, expresa cómo Mandela luchó contra el racismo, fue encarcelado durante más de un cuarto de siglo y surgió con mayor fuerza, con más sabiduría y calladamente condujo su país hacia la paz y la democracia.
Aunque el ejemplo de Mandela destaca, hay otros ejemplos en los Estados Unidos y en otras partes del mundo, en los que se ha visto la política de la amabilidad.
En 1993 Mandela comparte el Premio Nobel de la Paz con F.W. de Klerk y según el New York Times, “el hijo del jefe de una tribu, sucedió a De Klerk, después de una histórica y pacífica elección con imágenes que tuvieron resonancia mundial. Millones de negros votaban por primera vez en su vida”.
Aún tras su muerte, Mandela unió a antiguos rivales en lo cual destaca el saludo de mano, y con un gesto amable, del Presidente Barack Obama a Raúl Castro, presidente del perenne régimen comunista de Cuba.
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