Si tanto dolor fue expresado en el décimo aniversario del ataque a las torres gemelas de Nueva York, considerado el ataque más grande infligido a los Estados Unidos en su propia tierra, poco han expresado gobierno y sociedad en un esfuerzo por acercarse más al resto del mundo, conocerlo mejor.
Más de un experto indica que la amenaza terrorista persiste y señala grupos armados de Arabia, Asia y Europa, más no de América Latina, sin embargo los ataques del 11 de septiembre del 2001 propiciaron un problema para que se hiciera más difícil la creación de nuevas leyes migratorias y terminara el flagelo social de 12 millones de residente del país, en su gran mayoría mexicanos y centro-americanos, sin la debida documentación para trabajar, manejar un automóvil o graduarse de una universidad. Esto mismo expone a gritos una pésima política exterior que es la misma que tiene al país lamentando los sucesos de hace una década.
Nadie ama al que no conoce, es una razón casi bíblica que prevalece en la sociedad mundial, no obstante, un mayor conocimiento sobre otros países, otras culturas y otros idiomas, ha sido suplantado con la reacción violenta contra Irak y Afganistán en guerras tal vez justificadas, pero que no tenían que ser la única opción, ni la primera.
Es muy lamentable la muerte de miles de personas en los ataques con cuatro aviones secuestrados por los terroristas, debemos honrar su memoria en todos los aspectos, especialmente en lo cívico y lo religioso, pero que su muerte sea también un campanazo a la conciencia nacional sobre el lugar que conserva este país en la escena mundial, una posición que debe mejorar y fortalecer, no como el “policía del mundo”, sino como el hermano mayor que da ejemplos, no de venganza, sino de justicia, tolerancia y perdón.
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