¿Para qué son las prisiones? ¿Son para cambiar a la gente, para castigarla, para impedir que ande en las calles? Si la cantidad de celdas es finita y lo es- más vale que la sociedad de una razón para elegir a quien encierra y por cuánto tiempo.
Por desgracia, estados y federación han hecho un pobre trabajo al definir qué es lo que esperan de las prisiones. Cierto razonamiento fue traído a la mesa por un reciente reporte de la Unión Americana de Libertades Civiles, en el que indica que 3,200 personas de nueve estados están sentenciados a permanecer de por vida en la cárcel, por crímenes no relacionados con la violencia. O sea en la cárcel toda la vida por delitos menores, a veces por haber robado mercancías en una tienda.
Muchos jueces no tienen otra alternativa que la de imponer duras sentencias porque lo manda la ley, similar a la de “tres golpes” aplicada en Illinois y en otros estados, para quienes cometen el mismo delito tres veces. Pero si se trata de hacer que el ladrón no siga robando, la pena de cadena perpetua es un costoso absurdo.
Solo los ofensores más peligrosos y violentos deben ser encerrados para siempre.
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